PALABRAS DE AGRADECIMIENTO EN EL FUNERAL DE LA MADRE MAGDALENA PLA TORTOSA

PALABRAS DE AGRADECIMIENTO EN EL FUNERAL DE LA MADRE MAGDALENA PLA TORTOSA


ONTINYENT, 16-04-21


 Conocí a la Madre Magdalena, a mi llegada a Ontinyent, en el mes de Octubre de 2006. La Priora de entonces, era la Madre Virtudes, que no gozaba de muy buena salud; la entonces hermana Magdalena, era como el báculo sobre el que se apoyaba la Madre Priora, a la que  acompañaba y ayudaba en todo momento, de manera incondicional; como lo hizo siempre, en todas las etapas de su vida consagrada; como lo hizo también con la recordada Madre Carmen. Poco tiempo después, fue elegida Priora del Monasterio, responsabilidad que ejerció en varios períodos, hasta que sus fuerzas se agotaron, y ya no pudo seguir más. Por mi condición de Plebán de Santa María, y confesor de la comunidad, tuve un estrecho contacto con ella, del que no puedo más que dar gracias a Dios. Una de sus primeras preocupaciones era el destino de la comunidad; con gran parte de las hermanas ya mayores y algunas enfermas; poco tiempo después, comenzaron a llegar las hermanas de Venezuela, que ella, como priora, recibió con inmensa alegría y gran apertura de miras. Rezó, trabajó y se empeñó mucho, para que se sintieran acogidas y se integraran en la comunidad; empresa, que como podemos comprobar, llegó a feliz puerto. También, su clarividencia y visión de futuro, le llevaron a rehabilitar y a adecuar las partes más deterioradas del edificio del Monasterio y a la creación del taller textil, a la llegada de las hermanas más jóvenes, así como también, a impulsar la causa de beatificación de la Madre Carmen Crespo, entre otras empresas. Pero, con ser importante todo cuanto refiero, creo, que lo más destacable de la Madre Magdalena, fue, el ser una Monja Contemplativa, que vivió apasionadamente su vocación; lo que le llevó a entregar su vida en obsequio de Jesucristo, tal como rezan las Constituciones Carmelitanas, y al servicio de los hermanos. Practicó en grado admirable las virtudes de la acogida y la hospitalidad, así como también, el sentido del deber; firme en sus convicciones, pero dulce siempre, en el trato con las personas. El Señor la adornó con una gran finura espiritual, y con una gran capacidad para el discernimiento. Sus jornadas de trabajo, muchas veces agotadoras, parecían no tener fin. Quería siempre responder personalmente a la abundante correspondencia que se recibía en el Monasterio. En muchas ocasiones, le advertí que debía de cuidarse y descansar más. Con toda seguridad, podemos decir, que trabajó por el Carmelo hasta la extenuación. Quiero destacar también, con admiración, que la Madre Magdalena, ha recibido, en estos últimos años de enfermedad, la correspondencia a su entrega incondicional de tantos años: La atención delicada, el cuidado exquisito, y un río inmenso de afecto, por parte de su amada comunidad. Ha partido de este mundo rodeada por el cariño y la oración de sus hermanas, que la han colmado de atenciones hasta el último suspiro de su vida. Por último, quiero destacar, que si esta casa y esta comunidad, han sido siempre muy queridas en nuestra ciudad de Ontinyent, la Madre Magdalena, con su total entrega y dedicación, ha contribuido, a que lo sea todavía más; por lo que creo, que todos tenemos una gran deuda de gratitud para con ella; deuda que manifestamos hoy, con nuestra presencia aquí, y también con nuestra oración, admiración y afecto.

Descanse en paz la Madre Magdalena, la sierva buena y fiel.

Juan Melchor Seguí Sarrió

Párroco Plebán de Santa María