Sor Mª Gabriela de Jesús Bordones Herrera

Mi nombre es Sor Mª Gabriela de Jesús Bordones Herrera. Tengo 32 años de edad. Vengo del Estado Apure, Venezuela.

Bien, ahora les voy a contar brevemente como surgió mi vocación:

A los 14 años escuché unas catequesis de Iniciación en la Fe, en las que puedo decir que Jesucristo pasó por mi vida. Estas catequesis respondían a mis dudas y preguntas interiores.

Después que terminó el tiempo de catequesis me invitaron a formar parte de una Comunidad, formada por todos los que habíamos asistido a las charlas. Yo dije que sí quería continuar. Dos veces a la semana nos reuníamos para celebrar la Palabra de Dios y para celebrar la Eucaristía. Cada dos años se hace un encuentro de Jóvenes, en el cual evangelizamos a la gente que nos encontramos por la calle. Y el último día nos dan unas catequesis en las que nos hablan también de la vida religiosa y del Sacerdocio. Y al terminar nos preguntaron a las chicas: que si alguna sentía la llamada a la vida religiosa, o tenía inquietud sobre esta vida se pusiera de pies. Y luego hicieron lo mismo con los chicos pero invitándoles al Sacerdocio. Y recuerdo que se levantaron muchos chicos y chicas, pero yo no, porque pensaba y decía que eso de monja no era para mí, y yo quería casarme, tener hijos y ser médico. Bueno pasaron dos años más y vino otro Encuentro de Jóvenes, al que yo asistí, aquí también evangelizamos por las calles y el último día, nos dieron una catequesis: en la que estaba un mural, donde estaba un hombre atado a un tronco, y alrededor del hombre había un cerco, y nos explicaban que ese hombre éramos nosotros, que nuestros pecados nos tenían a todos atados, y no nos dejaban ser libres. Pero que Jesucristo con su muerte y resurrección, había venido a romper el cerco que nos rodeaba, y a sacarnos de nuestras esclavitudes, para que vivamos en la libertad.

Y que también Jesucristo nos había abierto el cielo, ya que estaba cerrado para nosotros por nuestra soberbia de querer ser Dios en nuestra vida. Todo esto me dio mucha esperanza y alegría. Recuerdo que después leyeron una carta de una chica que estaba en un Convento.

Cuando dijeron que si había alguna chica que sintiera la llamada o inquietud a la vida religiosa se pusiera de pies, no lo pensé dos veces inmediatamente me levanté y comencé a correr hacia la tarima donde estaban los Sacerdotes esperándonos para darnos una bendición.

Después a todas las que nos habíamos levantado, nos invitaron a otra convivencia solo para nosotras: ahí nos preguntaron sobre nuestra vida, que si teníamos novio, que si estudiábamos o trabajábamos…y al final nos invitaban a seguir asistiendo a la parroquia, a rezar el rosario todos los días, y a ir a misa diaria o cuando se pudiera. Así estuve tres años más o menos. Y todos los años iba a la Convivencia que hacían con las chicas que nos habíamos levantado.

En una de estas convivencias, nos decían que nosotros los jóvenes, ya teníamos nuestro plan de vida: estudiar, casarnos, tener hijos, un buen trabajo, una buena casa, un buen coche. Pero que nunca le decíamos al Señor: “Aquí estoy, ¿qué quieres de mí?,” y yo pensé: “es verdad, soy una egoísta, nunca le he preguntado a Dios qué quiere de mí”. Y a partir de ese momento comencé a rezar diciéndole al Señor: “¿Qué quieres de mí? Aquí estoy, ayúdame a hacer tu voluntad.” En este tiempo tenía un novio y me dijeron los catequistas que terminara el noviazgo para que pudiera discernir mejor que era lo que Dios quería conmigo, si era casarme o ser monja. Terminé el noviazgo con el chico y no me busque más novio, así estuve como dos años. Pasado este tiempo llegué a tener otro novio y fue cuando llegó la otra convivencia en la que me preguntaron: ¿si estaba dispuesta a ir a un Convento de Clausura en Onteniente (Valencia) España? Yo no sabía dónde quedaba eso, ni mucho menos qué era un convento de clausura, sólo sabía que eran hermanas que estaban ahí dando la vida, con sus oraciones por el mundo, y que gracias a sus rezos el mundo no se había terminado; y sobre todo que ellas tenían mucha alegría. Eso era lo que nos decían los catequistas. Bueno, yo dentro de mí pensaba: “quiero tener esa misma alegría que tienen ellas” y dije que sí, que yo quería venir al convento a hacer la experiencia.  Y me enviaron a mí y a dos chicas más a este Monasterio a hacer una experiencia por un año, para ver si esto era lo que Dios quería para nosotras. Esto fue en Diciembre del año 2007.  Cuando llegué a mi casa inmediatamente llamé al que era mi novio, y le dije que no podíamos seguir el noviazgo, porque me iba a un Convento, y yo quería obedecer para saber cuál era la voluntad de Dios para conmigo.

 

 

Mi familia no lo entendía, mi mamá primero me dijo que sí, pero después no quería que me viniera, lloraba casi todas las noches; mi abuela y mis tías tampoco entendían por qué tenía que venirme tan lejos, y de paso de monja de clausura. Mi papá era el único que me apoyaba en esta decisión. Yo cuando rezaba le decía al Señor: “Tú sabías que mi familia no lo iba a entender, y aun así me enviaste por medio de los catequistas a un Convento, entonces arregla tú toda esta situación, consuela a mi mamá, a mi abuela, a mis tías, y a toda la familia, ayúdales.”

El 25 de Julio del 2008, llegué a España, junto con otras chicas que venían a otros Conventos. Me acuerdo que cuando venía en el coche de Valencia a Onteniente decía: “Señor, quiero llegar pronto a la que va a ser mi nueva casa.” Y cuando llegué y vi a las hermanas sentí una alegría muy grande. Las otras chicas que vinieron conmigo regresaron a Venezuela, porque vieron que esta forma de vida no era para ellas. Y yo, aquí estoy, ya llevo doce años en el Monasterio, tenía 20 años de edad cuando llegué, y cada día más contenta de estar aquí, siento una alegría muy grande en el corazón, que es algo que yo misma no me puedo dar, por eso veo que es de Dios el que yo esté aquí.

A pesar de que tengo a mi familia muy lejos, Dios me da el poder sentirles espiritualmente muy cerca, siempre estoy rezando por todos, más que cuando estaba allá con ellos. Ya soy Profesa de Votos Solemnes. Y ahora mi familia está contenta de ver que yo estoy feliz; y esto les ha llevado a acercarse más a la Iglesia, ya que antes no lo estaban. Muchas gracias…