Viernes, 5 de noviembre de 2021

Santa Ángela de la Cruz

Lecturas:

Rom 15,14-21. Ministro de Cristo Jesús para con los gentiles, para que la ofrenda de los gentiles agrade a Dios.

Sal 97. El Señor revela a las naciones su victoria.

Lc 16, 1-8   Los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.

Estamos concluyendo la carta a los Romanos y, antes de la despedida, san Pablo quiere darnos algunas claves sobre su actividad misionera y sobre la acogida del Evangelio que ha tenido la comunidad de Roma, y que nos pueden ayudar a nosotros hoy.

La comunidad de Roma era robusta y floreciente. Lo indica al comienzo de la Carta: Doy gracias a Dios por vosotros, porque todo el mundo se hace lenguas de vuestra fe (cf. Rom 1, 8).

¿De dónde viene esa fortaleza? Lo hemos cantado en el Aleluya: Quien guarda la Palabra de Cristo, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud.

El acoger confiadamente la Palabra del Señor va transformando tu vida. Poco a poco, como la semilla que va creciendo lentamente, pero que acaba dando fruto y fruto en abundancia. ¡Si crees, verás la gloria de Dios!

Te va dando sabiduría, va poniendo sabor en tu vida; van apareciendo en ti los mismos sentimientos y actitudes de Cristo Jesús, y así tu vida se convierte en “sal de la tierra”.

Te va enamorando del Señor, te va llenando de su amor, de su presencia: es Cristo quien vive en ti (cf. Gal 2, 29), y así tu vida es consagrada por el Espíritu Santo y es convertida en una ofrenda agradable, que difunde por todas partes el buen olor de Cristo (cf. 2 Co 2, 15).

Porque, con la fuerza del Espíritu de Dios, puedes bendecir a Dios en todo tiempo, alabarle y darle gloria, porque el Espíritu ha sellado en tu corazón la certeza de que nadie te ama como Él y que nada ni nadie puede separarte de este amor. Puedes vivir cantando el Salmo en tu vida: cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.

Puedes vivir no para ti mismo, no en un narcisismo existencial, sino para el Señor y desde el Señor: tengo de qué gloriarme en Cristo… no me atreverá a hablar de otra cosa que no sea lo que Cristo hace a través de mí… con la fuerza del Espíritu de Dios.

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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