Viernes, 4 de noviembre de 2022

San Carlos Borromeo

Lecturas:

Flp 3, 17 – 4, 1. Aguardamos un Salvador; él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso.

Sal 121. Vamos alegres a la casa del Señor.

Lc 16, 1-8   Los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.

La Palabra que el Señor nos regala hoy nos invita a poner la mirada en la meta hacia la que caminamos: Vamos alegres a la casa del Señor, hemos cantado en el Salmo; somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo.

Dios te ha creado por amor. Y te ama tanto que te ha creado no para vivir cien años, sino para vivir con Él para siempre, para toda la eternidad. Por eso, la meta de tu vida no es llegar a viejo, sino llegar al cielo. Porque Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman. Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu.

Y, en la medida en que nos hemos encontrado con Jesucristo, van cayendo los ídolos. Nos lo dijo san Pablo la semana pasada, en la carta a los Efesios: Despojaos del hombre viejo y de su anterior modo de vida… renovaos en la mente y en el espíritu y revestíos de la nueva condición humana creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas (cf. Ef 4, 17s).

Por eso, el que es de Cristo ve cumplido en su vida el Salmo: ¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»! El corazón y los ojos del peregrino están fijos en la meta, ansía llegar a ella.

En la medida en nuestro corazón es del Señor, vivimos la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida, acogemos y guardamos la Palabra de Cristo en nuestro corazón y caminamos en la Iglesia con los hermanos que el Señor nos ha dado, también nosotros podemos decir: Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.

Porque ya empezamos a gustar, como una primicia, la vida eterna.

Yo abro brecha delante de vosotros (Cf. Miq 2, 12-13).

¡Ven Espíritu Santo! 🔥 (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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