Viernes, 4 de febrero de 2022

Lecturas:

Eclo 47, 2-11.  Con todo su corazón David entonó himnos, demostrando el amor por su Creador.

Sal 17.  Bendito sea mi Dios y Salvador.

Mc 6, 14-29.  Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado.

La Palabra que el Señor nos regala hoy nos llama, como siempre, a la conversión.

El Aleluya nos ha dado la clave: Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios con un corazón noble y generoso, la guardan y dan fruto con perseverancia.

Por una parte, conversión a ser fieles a la misión encomendada. A vivir nuestra vocación profética que hemos recibido en el bautismo, en fidelidad a Jesucristo.

Por otra parte, conversión a Jesucristo, a poner toda la vida bajo el Señorío de Jesucristo

Herodes tiene un problema que también podemos tener tu y yo: no ver el Evangelio como una Buena Noticia sino como una amenaza. Ve en Dios a un rival que le quita libertad, que le quita poder. En el fondo, que no quiere que sea feliz.

El perfil de Herodes es el de aquel que vive instalado en la autosuficiencia y en la arrogancia, en la soberbia de creerse el dios de su vida.

Por eso, tiene miedo, ve en Jesús un rival contra el cual hay luchar, un enemigo al que destruir.

Y esta tentación de ser como Herodes la podemos tener todos. Podemos caer en la trampa de pensar que Jesús viene a quitarnos algo, especialmente cuando nos llama a la conversión y nos invita a negarnos a nosotros mismos para seguirle a Él. Podemos caer en la trampa pretender manipular a Dios para que haga lo que nosotros queremos.

La conversión pasa por aceptar la Palabra, acogerla en el corazón, desear vivir en la voluntad del Señor; no justificar nunca nuestro pecado, sino reconocerlo, confesarlo y confiar en la misericordia de Dios. ¡Invoca cada día al Espíritu Santo, para que te dé un corazón dócil y agradecido!

Y con una gran confianza, porque Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre… y él mismo dijo: «Nunca te dejaré ni te abandonaré»; así tendremos valor para decir: «El Señor es mi auxilio: nada temo»… El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?

Dios te ama y quiere que tengas vida y vida en abundancia. Jesucristo no viene a quitarte nada, ¡sino a dártelo todo!

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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