Viernes 26 de Febrero de 2021

Abstinencia

Lecturas:

Ez 18, 21-28.  ¿No es más bien vuestro proceder el que es injusto?

Sal 129, 1-8-. Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?

Mt 5, 20-26.  Si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.

En nuestro camino hacia la Pascua, hoy la Palabra nos invita a la conversión. Antes del Evangelio se nos invitaba a cantar: Apartad de vosotros todos vuestros delitos y renovad vuestro corazón y vuestro espíritu.

La conversión comienza por reconocer tus pecados, todo aquello que en tu vida no es como Dios quiere. Y especialmente aquellas zonas de tu vida en las que no quieres dejar que Jesús sea Señor.

El problema no está en la debilidad, sino en la soberbia.

La debilidad -el quiero, pero no puedo, no lo consigo-, si la vives con el Señor, te llevará a reconocer tus pecados, a confesarlos entregándoselos al Señor en el sacramento de la Penitencia y vivir en la humildad, descansado en la Palabra del Señor: Te basta mi gracia, mi fuerza se realiza en la debilidad (cf. 2 Co 12, 9).

En cambio, el no reconocer el pecado, el pretender justificarlo, el llamar bien a lo que Dios dice que está mal, acaba llevando al endurecimiento del corazón, a la soberbia, que acaba cerrando la puerta del corazón al Señor y a la acción del Espíritu Santo.

Por eso, es tan necesario vivir con espíritu de conversión.

Es un don. Pero se puede pedir: un corazón nuevo y un espíritu nuevo para poder vivir cada día en la voluntad del Señor.

¡Pide el Espíritu Santo, que renueve la faz de la tierra de tu corazón!

Un signo elocuente de estar en el proceso de la conversión es comenzar a vivir el Evangelio de hoy.

En la medida en que tú experimentes el perdón gratuito de Dios, comenzarás a perdonar de corazón a los demás, porque podrás mirarlos como Dios los ve: Dios también ama a tu hermano pecador y no le rechaza por sus pecados, como tampoco te rechaza a ti por los tuyos.

¡Os daré un corazón nuevo!  (cf. Ez 36, 26).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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