Viernes, 23 de julio de 2021

Santa Brígida de Suecia, patrona de Europa

Lecturas:

Ga 2, 18-20.   Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí.

Sal 33, 2-11.  Bendigo al Señor en todo momento.

Jn 15, 1-8  El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante”.

Celebramos hoy la fiesta de Santa Brígida de Suecia, que junto a Santa Catalina de Siena y Santa Teresa Benedicta de la Cruz fue declarada patrona de Europa por San Juan Pablo II en 1999: Tres grandes santas, tres mujeres que, en diversas épocas se han destacado por el amor generoso a la Iglesia de Cristo y el testimonio dado de su cruz (cf. San Juan Pablo II, Spes Aedificandi 4).

Santa Brígida, estuvo felizmente casada con un cristiano piadoso, con el que tuvo ocho hijos. Dice San Juan Pablo II que, al proponerla como patrona de Europa, pretendo que la sientan cercana… también aquellos que han sido llamados a las ocupaciones ordinarias de la vida laical en el mundo y, sobre todo, a la alta y difícil vocación de formar una familia cristiana.

Sin dejarse seducir por las condiciones de bienestar de su clase social, vivió con su marido Ulf una experiencia de matrimonio en la que el amor conyugal se conjugaba con la oración intensa, el estudio de la sagrada Escritura, la mortificación y la caridad. Juntos fundaron un pequeño hospital, donde asistían frecuentemente a los enfermos. Brígida, además, solía servir personalmente a los pobres.

Así nos muestran que los esposos cristianos pueden recorrer juntos un camino de santidad, sostenidos por la gracia del sacramento del Matrimonio.

A la muerte de su esposo oyó la voz del Señor que le confiaba una nueva misión, bendiciéndola con grandes carismas que vivió para el bien de la Iglesia. Fundó la Orden del Santísimo Salvador.

El Espíritu Santo le regaló el carisma de revelación que la convirtió en un punto de referencia para muchas personas.

También recibió el carisma de profecía con el que podía desvelar los designios de Dios sobre los acontecimientos históricos, llamando a la conversión a la Iglesia de su tiempo.

Carismas que tuvieron que ser discernidos por la Iglesia, y que fueron vividos por ella en plena docilidad al Espíritu de Dios y en total conformidad con las exigencias de la comunión eclesial.

Ella, como todos los santos, ha vivido la Palabra que proclamamos hoy: ha permanecido unida en Cristo, hasta el punto que Cristo vivía en ella y ha bendecido al Señor en todo tiempo.

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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