Viernes, 19 de agosto de 2022

San Juan Eudes

Lecturas:

Ez 37, 1-14.  Huesos secos, escuchad la palabra del Señor. Os sacaré de vuestros sepulcros, casa de Israel.

Sal 106.  Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.

Mt 22, 34-40.  Amarás al Señor tu Dios, y a tu prójimo como a ti mismo.

En el Evangelio vemos cómo un doctor de la ley le pregunta a Jesús ¿Cuál es el mandamiento principal de la ley?

La respuesta de Jesús muestra que lo decisivo no es saber cuál es el mandamiento más importante, sino buscar el origen de todos ellos: el amor es el centro y el compendio de la Ley de Dios. El hombre ha sido creado a imagen de Dios, y Dios es amor. Por eso, la vocación al amor es lo que hace que el hombre sea la auténtica imagen de Dios: es semejante a Dios en la medida en que ama.

Es decir, el hombre se realiza como persona en la medida en que ama con un amor como el de Dios: gratuito, fiel, generoso, total. En la medida en que sale de sí mismo y puede donarse.

Ser cristiano es haber descubierto que Dios te ama gratuitamente; es estar enamorado de Jesucristo, es empezar a responder al amor de Dios, hasta que un día, puedes amarle con todo tu corazón… Es vivir la vida nueva que el Espíritu Santo va haciendo en ti. Es vivir la vida como una historia de amor con el Señor.

Al ser alcanzado por el amor de Dios, empieza a cambiar tu vida. Empiezas a amar con ese mismo amor. Por eso, ser cristiano no es un moralismo; no consiste simplemente en “cumplir” una serie de mandamientos o normas.

Esta Palabra nos invita a una conversión muy profunda: a poner a Dios en el centro de tu vida, a dejar que Jesucristo sea tu Señor, y escuchar cada día al Espíritu Santo que, en medio de los combates y tribulaciones llena tu corazón de alegría, porque certifica en tu corazón que Dios te ama; que está contigo ahí, en tu cruz, en tu historia concreta; que no hay nada ni nadie que pueda separarte de este Amor.

Y entonces el Espíritu irá ordenando tu vida -contando con tu debilidad-. Hará que brote en ti el amor al prójimo, que nace de la escucha dócil y de la acogida confiada de la Palabra de Dios.

Porque amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, son un único mandamiento. Pero ambos viven del amor que viene de Dios, que nos ha amado primero. Así, pues, no se trata ya de un «mandamiento» externo que nos impone lo imposible, sino de una experiencia de amor nacida desde dentro, un amor que por su propia naturaleza ha de ser ulteriormente comunicado a otros. El amor crece a través del amor (Benedicto XVI, Deus caritas est 18).

Yo abro brecha delante de vosotros (Cf. Miq 2, 12-13).

¡Ven Espíritu Santo! 🔥 (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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