Viernes, 16 de septiembre de 2022

Santos Cornelio y Cipriano

Lecturas:

1 Cor 15, 12-20.  Si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido.

Sal 16.  Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor.

Lc 8, 1-3.  Las mujeres iban con ellos, y les servían con sus bienes.

La Palabra nos sigue mostrando signos de la vida en el Espíritu.


Ayer nos mostraba que ¡Jesucristo vive!. El que vive en el Espíritu confiesa con su palabra y con su vida que Jesucristo ha resucitado, que ha vencido a la muerte, que es el Rey de reyes, que está con nosotros todos los días hasta el fin de los tiempos, y que actúa con poder en nuestra vida.

Hoy, San Pablo insiste en que la resurrección de Jesucristo es el centro de nuestra fe: si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación y vana también vuestra fe… Si hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solo en esta vida, somos los más desgraciados de toda la humanidad.

Sí. No somos seguidores de un muerto ilustre enterrado en los anales de la historia. No. Somos discípulos enamorados de Jesucristo Resucitado, verdadero Dios y verdadero hombre, que cada día nos llama por nuestro nombre y nos invita a seguirle, a vivir una vida nueva que Él nos regala con el don de su Espíritu.

Por eso, el que va viendo esta vida nueva, ve cumplido en su vida lo que hemos cantado en el Salmo: al despertar me saciaré de tu semblante, Señor. Porque experimenta que no está solo. Que Cristo vive en él. Y lo hace todo nuevo. Y vive una vida de amistad, de intimidad, de relación personal y profunda con el Señor. Vive disfrutando cada día de su amor.

Y entonces no necesita ir mendigando la vida a los ídolos (que nunca la podrán dar. Y por eso, el que vive con Cristo no vive en la insatisfacción, sino que contempla como el Señor llena su vida, como aparece en medio de los problemas y de los combates y los transfigura con su presencia.

Y así, puede proclamar y anunciar la Buena Noticia del reino de Dios. Porque el discípulo no es “vendedor”, sino un testigo que, son su pobre vida proclama que también él ha sido curado y salvado por el Señor.

Y puede vivir con esperanza. Una esperanza que no descansa en sus fuerzas, sino en la certeza de que no hay nada ni nadie que nos pueda separar del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús.

¿Te animas a escuchar hoy su llamada?

Yo abro brecha delante de vosotros (Cf. Miq 2, 12-13).

¡Ven Espíritu Santo! 🔥 (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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