Viernes, 13 de agosto de 2021

San Ponciano y San Hipólito

Lecturas:

Jos 24,1-13. Tomé a vuestro padre del otro lado del río; os saqué de Egipto; os di una tierra.

Sal 135. Porque es eterna su misericordia.

Mt 19, 3-12.  Al principio no era así.

En la primera lectura escuchamos el “Credo” del pueblo de Is-rael. No es una teoría, ni una leyenda. Es contar la Historia que Dios ha hecho -está haciendo- con su pueblo.

Es un recuerdo agradecido, un memorial que hace presente, en el corazón del que lo proclama y cree, la fidelidad y el amor gratuito de Dios.

Así estamos llamados a creer y a orar nosotros. La oración del cristiano no es la oración del hombre de la religiosidad natural: una oración ‘interesada’ que sólo busca resolver problemas y, por tanto, se centra sólo en la petición.

La oración del cristiano es hablar con el Padre y con el Esposo, por medio del Espíritu Santo que intercede por nosotros.

Es un encuentro de amor y, por eso, sin dejar de pedir lo necesario, se centra en la alabanza, en el encuentro con el Amado. lo demás, se os dará por añadidura…

El Evangelio nos da una Palabra sobre el matrimonio. El matrimonio y la familia no son una invención humana fruto de situaciones culturales e históricas particulares.

Dios tiene un proyecto sobre el matrimonio y la familia, así nos lo dice Jesús: el Creador en el principio los creó hombre y mujer, y dijo: «Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne… lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre.

Dice el Papa Francisco: Hoy hay una guerra mundial para destruir el matrimonio. Hoy existen colonizaciones ideológicas que destruyen, pero no con las armas, sino con las ideas. Por lo tanto, es preciso defenderse de las colonizaciones ideológicas (Francisco, Tiflis 2016).

Los cristianos no podemos renunciar a proponer el matrimonio con el fin de no contradecir la sensibilidad actual, para estar a la moda (…). Es-taríamos privando al mundo de los valores que podemos y debemos apor-tar (…). Nos cabe un esfuerzo más responsable y generoso, que consiste en presentar las razones y las motivaciones para optar por el matrimonio y la familia, de manera que las personas estén mejor dispuestas a respon-der a la gracia que Dios les ofrece (Francisco, AL 35).

Por otra parte, es verdad que hay casos donde la separación es inevitable. A veces puede llegar a ser incluso moralmente necesaria, cuando precisamente se trata de sustraer al cónyuge más débil, o a los hijos pequeños, de las heridas más graves causadas por la prepotencia y la violencia, el desaliento y la explotación, la ajenidad y la indiferencia (cf. AL 241).

No hay que juzgar ni condenar a las personas, sino acompañarlas en su sufrimiento, ayudarles a discernir la voluntad de Dios, sanar las heridas en vez de agrandarlas, y realizando la verdad en la caridad, ayudarles a crecer en la fe y vivirla en la Iglesia (cf. AL 243).

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

Volver a reflexiones a la Palabra de Dios