Viernes, 12 de noviembre de 2021

San Josafat

Lecturas:

Sab 13,1-9. Si lograron averiguar el principio del cosmos, ¿cómo no encontraron a su Dueño?

Sal 18. El cielo proclama la gloria de Dios.

Lc 17,26-37. El día que se manifieste el Hijo del hombre.

La primera lectura muestra la sorpresa de ver cómo hay muchas personas que conocen muy bien las obras de la creación, pero son incapaces de descubrir al Artista que ha creado tanta hermosura y tanta grandeza. ¿Por qué ocurre esto?

En el salmo hemos cantado: ¡El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos!

Para poder ver a Dios, contemplar su obra y escuchar su voz, necesitamos que el Espíritu Santo nos regale el don de ciencia.

Ciencia en un sentido muy profundo que va mucho más allá de lo que se puede aprender mediante la observación y el razonamiento; ciencia que no se limita al conocimiento humano.

Ciencia que enseña a encontrar en la creación los signos, las huellas de Dios, a comprender que Dios habla en todo tiempo y me habla a mí, y a animar con el Evangelio el trabajo de cada día; a comprender que hay una profundidad y comprender esta profundidad, y así dar sentido al trabajo, también al que resulta difícil.

Ciencia que nos ayuda a conocer los designios de Dios para tomar decisiones acordes a su voluntad y para distinguir lo que viene de Él de lo que no. A descubrir el sentido profundo y último de hechos y acontecimientos difícilmente explicables para la razón humana. Nos enseña a ver la mano misericordiosa de Dios en todos los acontecimientos prósperos o adversos sin perder la paz, la luz y el gozo espiritual.

Dice el Papa Francisco que cuando nuestros ojos son iluminados por el Espíritu Santo, se abren a la contemplación de Dios en la belleza y grandiosidad de la creación, y nos llevan a descubrir cómo cada cosa nos habla de Él y de su amor, y puedes decir como el salmista: Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres! Te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto (cf. Sal 104).

Y esto suscita en nuestro corazón la alegría, la gratitud y la alabanza; suscita el reconocimiento de que todo es un don de Dios, que te ama.

Y te invita a poner cada día el corazón en el Creador, que te ha creado por amor y te invita a vivir una vida de relación y amistad con Él.

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

Volver a reflexiones a la Palabra de Dios