Sábado, 7 de agosto de 2021

San Sixto II

Lecturas:

Dt 6,4-13. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón.

Sal 17. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.

Mt 17, 14-19  Si tuvierais fe, nada os sería imposible.

En la primera lectura escuchamos el Shemá Israel, la confesión de fe que Moisés, de parte de Dios, enseña al pueblo elegido. Unas palabras que todo judío debe rezar tres veces al día y debe enseñar a sus hijos.

Esta es la fe que hace de Israel el pueblo de Dios: Escucha, Israel: el Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas (cf. Dt 6, 4-5).

Es un mandato del Señor que se convierte en el centro de la vida de la persona, de la familia y de la educación de los hijos. Y no como una teoría, sino como una vida.

Por eso, es necesario que te preguntes hoy: ¿Es Jesucristo el Señor de mi vida? ¿Está en el centro de mi vida, de mi familia? ¿Dónde tengo puesto mi corazón y mis fuerzas? ¿A quién escucho en mi vida? ¿Escucho la voz del Señor, para saber cómo he de vivir?

Esto es lo que nos enseña el Evangelio. El hombre que se acerca a Jesús le llama “Señor” y se postra humildemente ante Él. Tiene una actitud de fe: reconoce en Jesús la capacidad de hacer el milagro que le pide.

Jesús recrimina a sus discípulos diciéndoles que son “hombres de poca fe”, invitándoles a crecer en la fe para poder hacer así presentes los signos del Reino.

Para ello, necesitamos el don del Espíritu Santo, que con el don de piedad nos conceda vivir como hijos de Dios, disfrutando del Padre. Pedir al Espíritu que te abra el oído y el corazón para poder escuchar.

Así es la oración cristiana: escuchar la voz del Señor, contemplar su obra y alabar su gloria. Y eso es lo que hace crecer la fe. La fe viene de la escucha (cf. Rom 10, 17).

La fe no es producto de nuestro pensamiento, de nuestra reflexión; es algo nuevo, que no podemos inventar, sino que recibimos como don, como una novedad producida por Dios. Y la fe no viene de la lectura, sino de la escucha. No es algo sólo interior, sino una relación con Alguien. Supone un encuentro con el anuncio, supone la existencia de otro que anuncia y crea comunión (Benedicto XVI).

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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