Sábado, 5 de febrero de 2022

Santa Águeda

Lecturas:

1 Re 3, 4-13.  Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo.

Sal 118, 9-14.  Enséñame, Señor, tus leyes.

Mc 6, 30-34  Andaban como ovejas sin pastor!

En el evangelio vemos como Jesús sintió lástima de la gente porque vio que estaba extenuada y abandonada, desorientada, como ovejas que no tienen pastor. Jesús tiene una mirada de compasión sobre su pueblo, sobre tu vida, sobre tus sufrimientos. Su corazón está lleno de misericordia. Él es el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas, por ti, para que tú tengas vida y vida en abundancia.

Hoy también podemos vivir desorientados, confundidos, mareados, sin rumbo, viviendo una vida sin sentido, sin una meta en la vida, sin esperanza. Podemos vivir como vagabundos existenciales, caminando hacia ninguna parte.

Y nos sigue diciendo la Palabra: Venid vosotros solos a un sitio tranquilo. ¿Para qué? No para dormir, sino para estar con el Señor. para escuchar, para abrirle el corazón: Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, para llorar, para descansar. ¡No tengas miedo a llorar con el Señor!: Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.

A estar con Él, para recibir el don de su Espíritu que te enamora de Jesucristo, te hace vivir en su voluntad y te acerca al Padre, transfigura tus sufrimientos y te regala poder ver el amor de Dios en medio de tu vida.

A estar con Él, con la humildad del rey Salomón. No va “de sobrado”, no vive en la soberbia, ni en la autosuficiencia ni en la arrogancia, sino en la humildad: Lo primero que hace es ponerse de cara al Señor: le ofrece «mil holocaustos».

No confía en sus propias fuerzas, sino en el Señor. Entonces el Señor se le aparece y le promete concederle lo que pida en la oración.

Salomón, está lleno del don de sabiduría y, por eso, no pide una vida larga, ni riquezas para él, ni la vida de sus enemigos. Lo que le pide al Señor es un corazón atento para juzgar a tu pueblo y discernir entre el bien y el mal. Y el Señor lo escuchó.

Hoy el Señor te dice como a Salomón: ¿pídeme lo que quieras? (cf. Mt 7, 7s). ¿Qué le pides al Señor? Haz tu oración. Antes, invoca al Espíritu Santo. Porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene (cf. Rom 8, 26).

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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