Sábado, 4 de septiembre de 2021

Lecturas:

Col 1,21-23. Dios os ha reconciliado para haceros santos, sin mancha.

Sal 53. Dios es mi auxilio.

Lc 6, 1-5. El Hijo del Hombre es señor del sábado.

La primera lectura nos da una clave importante para ser discípulos de Cristo: que permanezcáis cimentados y estables en la fe, e inamovibles en la esperanza del Evangelio que habéis escuchado.

Es decir, construir la casa no sobre la “arena” de los propios deseos o criterios, o sobre la “arena” del vaivén de las modas del mundo.

No. Construir la casa sobre la roca, que es Cristo: Yo soy el camino, la verdad y la vida, hemos cantado en el Aleluya, antes del Evangelio.

Esa es clave. Sólo Dios es. Sólo Él puede darte la vida, Sólo Él puede poner cimientos sólidos en tu vida. Cimientos que resistan los temporales: tus crisis, tus dudas, las persecuciones, tus debilidades, tus pecados, tus heridas, tus complejos…

Cimentados en la fe en Jesucristo Resucitado. La fe, que no es una teoría o una ideología, sino una relación personal e íntima con el Señor, que te ama, ¡que no deja de amarte nunca!

Permanecer también inamovibles en la esperanza: con la certeza de que Dios es fiel y de que no hay nada ni nadie que pueda separarte del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús. Disfrutando cada día de este amor gratuito, fiel e incondicional que hace nueva toda tu vida.

Y, ¿cómo se «permanece»?

Pues acercándonos al trono de gracia (cf. Heb 4, 16): Se permanece y se crece viviendo en la oración, en la escucha confiada de la Palabra, en la Eucaristía, en el sacramento de la reconciliación, en la comunión eclesial, viviendo las obras de misericordia, encontrándote con el Señor, que te ama, en la cruz de cada día…

Permanecemos en la medida en que nos abrimos a la acción del Espíritu Santo y dejamos que Él avive en nosotros los dones que recibimos en el Bautismo; en la medida en que dejamos que el Espíritu de testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios (cf. Rom 8, 16).

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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