Sábado, 31 de julio de 2021

San Ignacio de Loyola

Lecturas:

Lv 25,1.8-17. El año jubilar cada uno recobrará su propiedad.

Sal 66.  Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.

Mt 14, 1-12.  Herodes mandó decapitar a Juan.

La primera lectura nos muestra el mandato del Señor de celebrar un año jubilar cada cincuenta años.

Esta palabra nos invita a proclamar el señorío de Dios. Todo es don. ¿Tienes algo que no hayas recibido?, dirá San Pablo (cf. 1 Co 4, 7). Y si lo has recibido -y, además, gratuitamente-, ¿de qué te glorías?

Todo es un regalo del Señor. Recibimos de Dios la existencia y la plenitud de la vida. Tu vida no te pertenece, ni tu tiempo, ni tus cosas… No eres dueño, sino administrador. El que se gloría, que se gloríe en el Señor.

Por eso, esta Palabra es una invitación a abandonarnos en las manos del Señor, a ser agradecidos, a ser generosos, a poner al servicio del Señor lo que hemos recibido. A proclamar que hay un solo Señor. A no poner nuestro corazón en las cosas, sino en el Señor: Yo soy el Señor vuestro Dios.

Y a vivir cada día según su voluntad, preguntándole: ¿qué quieres de mí? ¿Cómo quieres que viva hoy?

El que vive así, vive en la humildad, en la confianza, en la gratitud, en la alabanza, porque ve que toda su vida es el espacio de un milagro.

Ve en cada momento al Espíritu Santo haciéndolo todo nuevo, renovando la faz de la tierra: la tierra de tu juventud, de tu matrimonio, de tus hijos, de tu diversión, de tu sacerdocio, de tu parroquia, de tu grupo de oración, de tu trabajo...

Y puede ver el Evangelio no como una amenaza, sino como una Buena Noticia, como una Palabra de amor y de salvación. Porque Dios te ama y quiere que tengas vida y vida en abundancia.

Herodes, con un corazón endurecido rechaza la llamada a la conversión que, de parte del Señor, le dirige Juan el Bautista.

¡Ánimo! ¡No dejes que se endurezca tu corazón! Y eso, ¿cómo se hace?

Invocando cada día al Espíritu Santo y pidiendo el don de la fidelidad y de la perseverancia, empezando por los pequeños detalles. Pidiendo cada día al Espíritu que te enamore de Jesucristo, el único Señor, el Rey de reyes.

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

Volver a reflexiones a la Palabra de Dios