Sábado, 28 de agosto de 2021

San Agustín

Lecturas:

1 Ts 4, 9-11.  Dios mismo nos ha enseñado a amarnos los unos a los otros.

Sal 97. El Señor llega para regir los pueblos con rectitud.

 Mt 25, 14-30.  Has sido fiel en lo poco, pasa al banquete de tu Señor.

Escuchamos en el Evangelio la parábola de los talentos, con la que el Señor nos llama a la conversión a la gratuidad.

Todo lo que eres y lo que tienes es don de Dios. Tú no te has dado la vida a ti mismo. Y además de la vida, Dios te ha dado otros dones: capacidades naturales (como la inteligencia, la simpatía, cualidades artísticas…); también el don de la fe, y también carismas concretos que el Espíritu concede para una misión que te encomienda. Todo es don, todo es gracia.

No tenemos ‘derecho’ a estos talentos. Son dones gratuitos que Dios da como quiere y cuando quiere; y están destinados no al lucimiento personal sino al bien de la comunidad, que crece bajo la acción del Espíritu Santo.

El primero de estos dones es el Espíritu Santo mismo, que ha sido derramado en nuestros corazones y pone en ellos la caridad, el amor fraterno (cf. Rom 5, 5).

Los auténticos dones del Espíritu se reconocen en la confesión que Jesús es el Señor, verdadero Dios y verdadero hombre; que buscan el bien común y van apareciendo los frutos del Espíritu (cf. Gal 5, 22s), especialmente el que nos ha recordado el Aleluya de hoy: Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros, como yo os he amado.

Aprendemos a amar como Jesucristo nos ha amado en la medida en que experimentamos en nuestra vida ese amor: gratuito, fiel, generoso, total, entregado…

Por eso, dice san Pablo en la primera lectura que acerca del amor fraterno no hace falta que os escriba, porque Dios mismo os ha enseñado a amaros los unos a los otros.

Por ello el amor fraterno no es un mandamiento fruto de una exigencia moralista. Es la consecuencia de haber acogido y experimentado el amor gratuito de Dios.

Lo que Cristo nos ha dado se multiplica dándolo: al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene.

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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