Sábado 27 de Febrero de 2021

Lecturas:

Dt 26, 16-19.  Serás un pueblo consagrado al Señor tu Dios.

Sal 118, 1-8.  Dichoso el que camina en la voluntad del Señor.

Mt 5, 43-48.  Sed perfectos como vuestro Padre celestial.

Hace unos días recordábamos que la fe no es una teoría que se aprende, sino una vida que se disfruta. Es haber descubierto que Dios te ama –te ha creado por amor–, y te llama a vivir una vida de amistad, de intimidad, de comunión con él: una historia de amor y de salvación.

La primera lectura nos habla de la Alianza que Dios ha hecho con su pueblo. También recordábamos que Dios nos ha llamado a vivir la fe no de una manera solitaria, sino en su pueblo, que es la Iglesia.

Esta Alianza compromete Israel –y a nosotros, que somos el nuevo Israel– a tres cosas:

  • Que él será tu Dios: es una relación de amor, en la que no cabe la idolatría, que sería como la infidelidad. 

  • Que tú irás por sus caminos y observarás sus mandatos… Esta fidelidad se concreta en la obediencia a la Palabra del Señor.  Y escucharás su voz. La ley de Dios es más que cumplir unas normas, es vivir en su voluntad. 


Para ello, hay que escuchar su voz, hay que vivir una relación personal e íntima con Él.

A su vez, también el Señor se compromete a:

  • Que serás su propio pueblo, el pueblo santo del Señor: Dios, por un amor gratuito, vive en medio de su pueblo y camina con Él. Lo cuida como a la niña de sus ojos.                                                                                                                                                 Que él te elevará en gloria, por encima de todas las naciones. ¿En qué consiste esta “gloria”? Es la santidad, que no es una obra tuya, sino la obra con la que el Espíritu Santo te revestirá si permaneces fiel a la Alianza.


La nueva Alianza, que realiza y perfecciona la antigua, fue sellada en la cruz por la sangre de Cristo, no está escrita en tablas de piedra, sino en corazones de carne.

Es la alianza del Espíritu. Los que estén llenos por el Espíritu hablarán en lenguas nuevas, es decir, en un lenguaje celeste inspirado por el Espíritu: la alabanza, la misericordia, el amor a los enemigos y todos los carismas que el Espíritu quiera conceder para la edificación de la Iglesia.

¡Os daré un corazón nuevo!  (cf. Ez 36, 26).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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