Sábado, 26 de febrero de 2022

Lecturas:

Sant 5, 13-20.  Mucho puede la oración insistente del justo.

Sal 140.  Suba, Señor, mi oración, como incienso en tu presencia.

Mc 10, 13-16.  Quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.

El versículo del Aleluya nos da la clave para acoger la Palabra de hoy: Bendito seas, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los misterios del reino a los pequeños.

Por eso nos dice Jesús en el Evangelio, que quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.

Los niños simbolizan a los auténticos discípulos. Hay que acoger el reino como un niño pequeño, recibirlo con sencillez como don del Padre, en lugar de exigirlo como un derecho.

Por eso, le dirá Jesús a Nicodemo que hay que nacer de nuevo para entrar en el Reino de Dios: nacer de agua y de Espíritu (cf. Jn 3, 5).

El secreto de la verdadera grandeza está en hacerse pequeño, como un niño: esta es la verdadera humildad, sin la cual no se puede ser discípulo.

Vivir con la confianza de un niño pequeño, y dejarse construir cada día por la acción del Espíritu Santo.

Dice el Papa Francisco (cf. Audiencia 15-XI-2017), que ser niños es ser humildes, reconocerse hijos, descansar en el Padre, fiarse de Él… saber que Dios se acuerda de ti, cuida de ti.

Pero, además, los niños se dejan sorprender. Para entrar en el Reino de los cielos es necesario dejarse maravillar… Porque el encuentro con el Señor es siempre un encuentro vivo.

Para ser niño es necesario que te dejes envolver por el amor gratuito de Dios. Que te dejes querer. Esta mirada del amor de Dios hace nueva tu vida, te da la paz, te descansa, te lleva a vivir en la alabanza, a gozar de la belleza, a encontrar a Dios en la sencillez de la vida diaria, a poder orar confiadamente con el Padre que te ama.

Y, con esta actitud, acoger la Palabra del Señor que, aunque nos llame seriamente a la conversión porque como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por los que lo temen.

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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