Sábado, 25 de septiembre de 2021

Lecturas:

Za 2,5-9.14-15a. Yo vengo a habitar dentro de ti.

Sal: Jr 31,10-13. El Señor nos guardará como pastor a su rebaño.

Lc 9, 43b-45. Al Hijo del Hombre lo van a entregar.

La Palabra que el Señor hoy nos regala nos invita a la alegría: Alégrate y goza, Sión, pues voy a habitar en medio de ti.

La causa de nuestra alegría es la fidelidad de Dios. Dios te ama, no deja de amarte nunca y está contigo todos los días, hasta el fin del mundo.

Si le abres el corazón (recuerda que la cerradura de esta puerta ¡sólo se abre desde dentro!) y dejas que Él sea Señor de tu vida, experimentarás que no estás solo: verás que el Señor vive en ti, gozarás de su presencia salvadora.

Y entonces en tu vida verás cumplido el Salmo: se alegrará la doncella en la danza, gozarán los jóvenes y los viejos; convertiré su tristeza en gozo, los alegraré y aliviaré sus penas.

Verás como el Señor te regala el don del Espíritu Santo, que te hace vencer el miedo, que tantas veces, por nuestra debilidad, aparece en nuestra vida.

No te asustes si ves que llega el miedo. También los discípulos del Evangelio lo tenían, asustados ante el anuncio de la cruz.

El anuncio de la cruz que escuchamos en el Evangelio no es un mero recuerdo de algo pasado. Es el signo del discípulo: El que quiera ser mi discípulo… que tome cada día su cruz y me siga.

Por eso es tan importante la experiencia de la presencia del Señor en tu vida. Porque, aunque tantas veces tú tampoco entiendas este lenguaje, te resulte tan oscuro y no llegues a captar el sentido, puedas decir: Señor me fío de ti, ¡contigo voy al fin del mundo! ¡Todo lo puedo en Aquel me conforta!

Y puedas vivirlo todo -hasta la cruz- con el Señor y con el don de su Espíritu Santo, que lo hace todo nuevo, y así puedas cantar: Cambiaste mi luto en danzas… me has vestido de fiesta; te cantará mi alma sin callarse, Señor, te alabaré por siempre (cf. Sal 30), porque no hay nada ni nadie que pueda separarte del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús.

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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