Sábado 23 de Enero de 2021

San Ildefonso

Lecturas:

Heb 9, 2-3. 11-14.  Por su propia sangre, ha entrado en el santuario una vez para siempre.

Sal 46.  Dios asciende entre aclamaciones; el Señor al son de trompetas.

Mc 3, 20-21. Su familia decía que estaba fuera de sí.

Hace unos días nos decía Jesús que a vino nuevo, odres nuevos, y comentábamos que seguir a Jesús no es un mero cambio de “look”, un maquillaje, un cambio de apariencia.

Decíamos que Jesús no quiere poner un parche en tu vida; quiere hacerte un trasplante de corazón: cambiar tu corazón de piedra regalándote un corazón nuevo, un corazón de carne (cf. Ez 36, 25-28).

Ser cristiano es vivir la vida como un encuentro personal con Jesucristo vivo y resucitado. Es haber descubierto que Dios te ama gratuitamente, es decir: con un amor que no te lo tienes ganar. ¡Dios no dejará de amarte nunca! Dios te ha creado por amor y te invita a vivir una vida de amistad y relación personal con Él.

Ser cristiano es escuchar la llamada de Jesús, que te dice: Ven y sígueme es comenzar una vida nueva.

En el evangelio de hoy vemos que la familia de Jesús quería llevárselo porque se decía que estaba fuera de sí.

Esta palabra nos invita a pedirle al Espíritu Santo, lo que hemos cantado en el Aleluya: abre, Señor, nuestro corazón, para que aceptemos las palabras de tu Hijo.

Porque también nosotros podemos pensar que el Evangelio es un disparate. Podemos sentirnos escandalizados por la Palabra del Señor y mirarla no como una buena noticia sino como una amenaza.

Se siente escandalizado por Jesús aquel que no le acepta, aquel que rechaza su doctrina y su enseñanza, aquel que rechaza la Iglesia que Él ha fundado.

Sentirse escandalizado por Jesús es querer convertirte tú en "maestro" para discutir con Jesús, para "negociar" las exigencias del Evangelio, para hacerte el Evangelio a tu medida.

Sentirte escandalizado por Jesús es olvidar que todos somos discípulos, que no tenemos más que un sólo Maestro: Jesucristo, el Señor.

Sentirse escandalizado por Jesús es ponerle condiciones para seguirle, aceptar el evangelio a medias, hacer sólo lo que te conviene...y en un corazón así no puede nacer el Señor.

¡Ánimo! Pide el don del Espíritu Santo, para que prepare tu corazón. Entonces podrás acoger a Jesucristo no como una carga sino como un don, y lo mirarás no como una amenaza sino como una aventura.

¡Os daré un corazón nuevo!  (cf. Ez 36, 26).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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