Sábado 20 de Marzo de 2021

Lecturas:

Jr 11, 18-20.  Tú, Señor, juzgas rectamente.

Sal 7, 2-3.9-12.  Señor, Dios mío, a ti me acojo.

Jn 7, 40-53.  Nadie ha hablado jamás como este hombre.

En la primera lectura escuchamos la confesión de Jeremías que comprende cómo el Señor le muestra el complot que se ha urdido contra él por su fidelidad a Dios.

Este será un signo que acompañará siempre a aquellos que permanezcan en la voluntad de Dios. Por eso, Jesús los declarará dichosos (cf. Mt 5, 10-12).

Jeremías se parece a Jesús al presentarse como cordero manso, llevado al matadero; pero difiere de él en cuanto que pide venganza contra sus enemigos, mientras que Jesús pedirá el perdón y la exculpación para los que le están matando: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen (cf. Lc 23, 34).

Desear el mal a los demás no cabe en la oración cristiana: Bendecid a los que os persiguen; no maldigáis… No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien (cf. Rom 12, 14-21).

En medio de esta situación, el Salmo nos invita a descansar en Dios: Señor, Dios mío, a ti me acojo, líbrame de mis perseguidores y sálvame… Mi escudo es Dios, que salva a los rectos de corazón.

Este es el camino del discípulo, el camino de la Pascua: lo que importa es que llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo…, sin dejaros intimidar en nada por los adversarios. Esto será para ellos una señal de perdición, y para vosotros, de salvación. Tal es el designio de Dios, que os ha concedido a través de Cristo, no sólo la gracia de creer en él, sino también de padecer por él (cf. Flp 1, 27-29).

Y con la confianza de que ni uno sólo de tus cabellos caerá sin que Dios lo permita (cf. Mt 10, 30).

Como veíamos ayer celebrando a San José, la Palabra nos invita a vivir de la fe, a descansar en el Señor: Señor, Dios mío, a ti me acojo… pues a ti he confiado mi causa.

Así lo hemos cantado antes del Evangelio: Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios con un corazón noble y generoso, la guardan y dan fruto con perseverancia.

¡Os daré un corazón nuevo!  (cf. Ez 36, 26).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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