Sábado, 18 de septiembre de 2021

Lecturas:

1 Tim 6,13-16. Guarda el mandamiento sin mancha, hasta la manifestación del Señor.

Sal 99. Entrad en la presencia del Señor con vítores.

Lc 8, 4-15.  Salió el sembrador a sembrar.

Ser cristiano es dejar crecer la semilla de la fe que recibiste como un don gratuito el día de tu bautismo.

¿Cómo?

Ha terminado la parábola del sembrador diciendo que los que reciben la semilla en tierra buena, escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno.

Tres tiempos: escuchar, aceptar, dar fruto.

En primer lugar, escuchar, que es más que oír. Es invocar al Espíritu Santo, para que con el don de entendimiento te unja la Palabra y la puedas acoger como lo que es, una palabra de amor, de vida y de salvación que Dios, tu Padre, te dirige a ti.

Después, aceptar: es decir, acoger, fiarte, creer. No defenderte ante la Palabra, ni rechazarla, ni manipularla, sino desear vivirla en tu vida.

También nos lo ha recordado san Pablo: te ordeno que guardes el mandamiento sin mancha ni reproche hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo.

No somos dueños, sino servidores de la Palabra. Es un don, un regalo que hemos recibido, que nos ha sido dado gratuitamente por Dios.

Y también dar fruto: será el signo de que has escuchado y acogido. Dar fruto, no como un perfeccionismo narcisista que acaba robándole la gloria a Dios, sino -en medio de la precariedad- proclamando la obra que el Señor va haciendo en tu vida.

También nos ha advertido la Palabra de varios peligros que no dejan crecer la semilla.

Viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones. Ojo con el demonio, que aprovecha cualquier circunstancia para robarnos la semilla: el que no te “guste” la Palabra, la persona que te propone la Palabra…

No tienen raíz... en el momento de la prueba fallan. Nos hemos de animar unos a otros a caminar y pedirle al Espíritu Santo el don de la perseverancia.

Los afanes, riquezas y placeres de la vida… sofocan la palabra y no llegan a dar fruto. En el Aleluya de ayer cantábamos: Señor, has revelado los secretos del Reino a la gente sencilla.

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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