Sábado, 11 de septiembre de 2021

Lecturas:

1Tim 1,15-17. Vino al mundo para salvar a los pecadores.

Sal 112. Bendito sea el nombre del Señor, ahora y por siempre.

Lc 6, 43-49.  ¿Por qué me llamáis “Señor, Señor” y no hacéis lo que os digo?

San Pablo confiesa a Timoteo su experiencia de la primera y principal de las verdades de la fe cristiana: el amor gratuito de Dios: Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero; pero por esto precisamente se compadeció de mí.

Dios te ama tal y como eres; con un amor que no te lo tienes que ganar. No necesitas "ser bueno” para que Dios te ame.

Dios no dejará de amarte nunca. Te ha creado por amor. No existes por “casualidad”.

Y te ha creado para que tengas vida, para que seas feliz. Para ello, te llama a una vida de relación, de intimidad, de comunión con Él. Quiere hacer contigo una historia de amor y de salvación.

Por eso, si le abres el corazón, si vives esta historia de amor, nunca estarás solo. Lo hemos cantado en el Aleluya: El que me ama guardará mi palabra; y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él (cf. Jn 14, 23).

Tendrás la misma experiencia de san Pablo: encontrarte con Jesucristo Resucitado, que está vivo, que vive en ti; que ha muerto y ha resucitado por ti, que ha cargado con todos tus pecados; que te regala el perdón y el poder vivir una vida nueva.

Vivir esta historia de amor es construir sobre roca: Y la piedra angular es Cristo mismo… en quien también vosotros con ellos estáis siendo edificados para ser morada de Dios mediante el Espíritu (cf. Ef 2, 20-22).

Y, entonces, verás como Él lo hace todo nuevo y, en medio de tu debilidad y tus pobrezas, van apareciendo los frutos del Espíritu.

Además de los doce frutos (cf. Gal 5, 17-24), hoy la Palabra nos habla de dos frutos importantes: ¿Por qué me llamáis “Señor, Señor”, y no hacéis lo que digo?; Alabad, siervos del Señor, alabad el nombre del Señor. La obediencia y la alabanza.

La fe se vive en la gratuidad y se expresa en la alabanza.

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

Volver a reflexiones a la Palabra de Dios