Miércoles, 9 de febrero de 2022

Lecturas:

1 Re 10, 1-10.  La reina de Saba percibió la sabiduría de Salomón.

Sal 36.  La boca del justo expone la sabiduría.

Mc 7, 14-23.  Lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre

Ayer, el Evangelio nos mostraba a los escribas y fariseos que acusan a Jesús y sus discípulos de no respetar las tradiciones de los mayores y comer con manos impuras.

Hoy, en el Evangelio que escuchamos, Jesús responde diciéndonos dos cosas importantes.

La primera: nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro… (Con esto declaraba puros todos los alimentos). Lo que Dios ha creado no puede manchar, pues toda la creación es buena.

La segunda: lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre.

El corazón del hombre está profundamente herido por el pecado original. Por eso, tantas veces aparecen en él cosas que no son buenas o que, no siendo malas, no nos convienen.

Tenemos la experiencia que describe san Pablo en la carta a los Romanos (7, 14): a veces hacemos el mal que no queremos hacer y, en cambio, el bien que deseamos hacer, tantas veces, al final no somos capaces de hacerlo

Por tanto, no podemos dejarnos llevar sin más por lo que aparece en el corazón: hay que discernir, es decir hay que ver cuál es la voluntad de Dios.

Para discernir hay que comenzar invocando al Espíritu Santo, que es el que nos guía hasta la verdad plena, el que nos abre el corazón a la conversión; y luego hay que contrastar nuestros deseos con la ley de Dios, con los diez mandamientos (y todo lo que nos enseña el Señor), que nos lo ha dado para que seamos santos y felices.

Porque lo que sí nos hace impuros es el pecado: los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad.

Es posible no dejarse llevar por el Espíritu de Dios y recaer en la esclavitud del pecado, que nos lleva a la tristeza y a la infelicidad.

Por eso, esta Palabra nos recuerda la necesidad de conversión, de no dejar que se endurezca el corazón.

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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