Miércoles, 29 de septiembre de 2021
Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael
Lecturas:
Ap 12, 7-12a. Miguel y sus ángeles declararon guerra al dragón.
Sal 137, 1-5. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.
Jn 1, 47-51. Veréis subir a los ángeles y bajar sobre el Hijo del Hombre
Celebramos la fiesta de los Santos Miguel, Gabriel y Rafael.¿Qué es un ángel? El ángel es una criatura que está en la presencia de Dios y es servidor y mensajero suyo. Vive en Él y para Él. Lleva a Dios a los hombres y les hablan de dónde está la vida: en Dios. ¡Sólo Dios basta!
San Miguel hace presente el Señorío de Dios contra los ataques del demonio que cada día quiere hacerte creer que tú eres dios, y te invita a rebelarte contra Dios: contra su Palabra, que te la presenta como una “amenaza” en vez de como una Buena Noticia; contra la historia que está haciendo contigo, haciéndote dudar del amor de Dios y tratando de llevarte a la tristeza y la murmuración, incapacitándote para la obediencia y para la alabanza.
San Miguel, al poner en el centro a Dios, hace que brille su luz y que puedas recibir el Espíritu Santo, que te da un corazón nuevo y unos ojos nuevos, para mirarlo todo con los ojos de la fe y ver el amor de Dios en medio de tu vida. ¡Este es el gran milagro que puedes ver cada día!
San Miguel nos recuerda que está “guerra” está ganada: Porque han derribado al acusador de nuestros hermanos… Ellos lo vencieron con la sangre del Cordero.
San Gabriel es el mensajero de la encarnación Dios. Y no sólo llama a la puerta de María. Es el que, en nombre del Señor, hoy está llamando a la puerta de tu corazón. Si le abres, experimentarás que no estás solo y que dentro de ti empieza a brotar un manantial de agua que salta hasta la vida eterna.
San Rafael tiene la misión de curar. El hombre herido, necesitado de curación, eres tú y soy yo. Dos curaciones realiza San Rafael, según el libro de Tobías: cura la comunión tantas veces herida entre el hombre y la mujer, expulsando los demonios que desgarran y destruyen su amor.
Y cura la ceguera. Hoy estamos ciegos muchas veces respecto de la luz de Dios. Y esta ceguera se cura mediante la fe. Creyendo, confiando, acogiendo la Palabra del Señor y dejándote iluminar por ella. Y entonces verás cosas mayores. Si crees verás la gloria de Dios.
A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).
¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).