Miércoles, 28 de julio de 2021

Lecturas:

Ex 34, 29-35.  Vieron a Moisés la piel de la cara y no se atrevieron a acercarse a él.

Sal 98.  Santo eres, Señor, nuestro Dios.

Mt 13, 44-46.  Vende todo lo que tiene y compra el campo.

El versículo del Aleluya de hoy nos da la clave para poder entender la Palabra que el Señor hoy nos regala: A vosotros os he llamado amigos, porque os he dado a conocer todo lo que le he oído a mi Padre.

Esta es la clave del ser cristiano: No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva (cf. DCE 1).

Este es el tesoro escondido, por el que vale la pena arriesgarlo todo. Y este es el regalo al que somos invitados: ser “amigos” de Dios.

Somos invitados a entrar cada día en la Tienda del Encuentro y vivir una relación personal, íntima con el Señor. A descubrir que tú eres templo del Espíritu Santo, y a vivir de su presencia. A descubrir que no estás solo, a contemplar cómo el Señor está contigo y poder disfrutar de su presencia, de su luz, de su consuelo, de su ternura, de su Vida…

Cada día has de pedir el don del Espíritu Santo, el don de piedad, que te hace disfrutar del Señor, de ser su hijo, de ser su amigo.

El Espíritu Santo, que te abre los ojos y los oídos de la fe, para poder ver al Señor en medio de tu vida y poder escuchar su Palabra como una Palabra de amor para ti y acogerla con alegría.

Entonces se cumplirá en ti lo que dice la Palabra: Contempladlo y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará; tendrás como Moisés el rostro radiante.

Es decir, tu rostro reflejará la luz del Espíritu Santo que habita en ti.

Y, en medio de tu debilidad, de tu corazón

  • brotará la misericordia y no el juicio o la condena;

  • la alabanza y no la murmuración contra Dios;

  • la gratitud y no la reclamación o la exigencia;

  • la caridad y no la indiferencia pasota;

  • la bendición y no la agresividad o la ira;

  • el perdón y no la venganza;

  • el don y no la exigencia;

  • la confianza y no la sospecha;

  • el dar gloria a Dios y no la vanidad presuntuosa del ególatra que vive para sí mismo...                                                                                                                            Porque de lo que hay en el corazón, rebosan los labios. Y entonces llevarás a todas partes el buen olor de Cristo, tu vida se convertirá en una humilde carta de Cristo, escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo (cf. 2 Co 2, 15; 3, 3).


A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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