Miércoles, 28 de Abril de 2021

Lecturas:

Hch 12, 24 – 13, 5a. Apartadme a Bernabé y a Saulo.

Sal 66.  Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.

Jn 12, 44-50.  Yo he venido al mundo como luz.

La Palabra que el Señor nos regala hoy nos invita a descubrir a Jesucristo vivo y resucitado que nos dice: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue tendrá la luz de la vida.

Quien cree ve; ve con una luz que ilumina todo el trayecto del camino, porque llega a nosotros desde Cristo resucitado, estrella de la mañana que no conoce ocaso (cf. Francisco, Lumen Fidei 1)

Pero como consecuencia de la herida del pecado original, vivimos tantas veces en la oscuridad. Incapaces de ver el amor de Dios en medio de nuestra historia; incapaces de encontrar sentido a nuestra vida, sobre todo cuando en ella aparece el sufrimiento…

Por eso, tantas veces vivimos cansados y agobiados, llenos de miedos e incertidumbres…, y tantas veces lo que brota de nuestro corazón es la queja, la murmuración, la protesta… signo de no ver el amor de Dios en la vida de cada día.

Y también se nota esta oscuridad en la falta de discernimiento. Por eso, a veces vivimos confundidos, desorientados, perdidos, sin saber cómo hay que vivir, dejándonos llevar por el vaivén de las modas del príncipe de este mundo que trata de engañarnos haciéndonos buscar la vida en los ídolos o por los deseos del hombre viejo, que desea contra el Espíritu (cf. Rom 8, 7).

Cuando nos encontramos con Jesús y acogemos el don del Espíritu Santo y dejamos que Él ilumine nuestro corazón, las tinieblas se desvanecen y comenzamos a ver con claridad, aunque la amenaza de la oscuridad está siempre presente, y, por tanto, la vida cristiana es una permanente lucha entre la luz y las tinieblas.

Incluso la muerte queda iluminada y puede ser vivida como la última llamada de la fe, el último «Sal de tu tierra», el último «Ven», pronunciado por el Padre, en cuyas manos nos ponemos con la confianza de que nos sostendrá incluso en el paso definitivo (cf. Francisco, Lumen Fidei 56)

Déjate iluminar por Jesucristo Resucitado! ¡Deja que el Espíritu Santo renueve tu vida!

En este tiempo de dificultad, el Señor te invita a orar con su Palabra: Que Dios tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros.

¡Os daré un corazón nuevo!  (cf. Ez 36, 26).

¡Ven Espíritu Santo!?  (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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