Miércoles 24 de Marzo de 2021

Lecturas:

Dn 3, 14-20. 91-92. 95. Envío un ángel a salvar a sus siervos.

Sal Dn 3, 52-56. ¡A ti gloria y alabanza por los siglos!

Jn 8, 31-42 Si el Hijo os hace libres, sois realmente libres.

En el Evangelio nos dice Jesús que Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres, mientras que quien comete pecado es esclavo.

Dice Benedicto XVI que Jesucristo es la Verdad hecha Persona, que atrae hacia sí al mundo. Él es el camino, la verdad y la vida.

Jesús es la “estrella polar” de la libertad humana: nos hace libres y dirige nuestra libertad hacia el bien, liberándola de la ceguera de nuestro corazón herido por el pecado original.

Pero para ello, nos hemos de mantener en la Palabra y dejar que el Espíritu Santo sea nuestro maestro.

Entonces contemplarás tu vida con los ojos de Dios y podrás vivir en la bendición y en la alabanza, porque el Espíritu sellará en tu corazón que no hay nada ni nadie que pueda separarte del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús (cf. Rom 8).

Este es el impresionante testimonio que hemos contemplado en la primera lectura: Sidrac, Misac y Abdénago han encontrado la Verdad, han encontrado a Dios o, mejor, han sido tocados por el amor de Dios, lo que les llena de confianza y de alegría y, por eso, pueden adorar en espíritu y en verdad al único Dios, y negarse a un postrarse servil ante la estatua que erigido Nabucodonosor, símbolo de la idolatría de todos los tiempos, representadas tantas veces en ideologías y en poderes mundanos que pretenden exigirlo todo del hombre.

Y ante ello, como los jóvenes, cantamos: Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres…, A ti gloria y alabanza por los siglos. No adoréis a nadie más que a Él, Porque sólo Él, nos puede sostener. A Él la gloria por siempre.

Esta es la elección de cada día: ¿a quién quieres servir? ¿Al Señor o a los ídolos? (Cf. Jos 24).

¡Os daré un corazón nuevo!  (cf. Ez 36, 26).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

Volver a reflexiones a la Palabra de Dios