Miércoles, 23 de junio de 2021

Lecturas:

Gn 15, 1-12. 17-18.  Abrahán creyó a Dios y le fue contado como justicia; y el Señor hizo alianza con él.

Sal 104.  El Señor se acuerda de su alianza eternamente.

Mt 7, 15-20.  Por sus frutos los conoceréis.

El Evangelio nos muestra hoy un criterio de discernimiento claro para distinguir los verdaderos de los falsos profetas: Por sus frutos los conoceréis.

No se refiere tanto a los “frutos” de los profetas, sino más bien a los frutos que producen en los que escuchan a los profetas. A veces, los falsos profetas realizan obras “extraordinarias” (cf. Mt 24, 23-24), nos lo recordará el evangelio de mañana: Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre y en tu nombre hemos echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros? Entonces yo les declararé: “Nunca os he conocido. Alejaos de mí, los que obráis la iniquidad”.

Los falsos profetas invocan al Señor, pero no cumplen su voluntad; profetizan en el nombre de Jesús, pero hacen lo que les da la gana.

El verdadero profeta vive en la voluntad de Dios y permanece en la casa edificada sobre roca: la Iglesia.

El que escucha al verdadero profeta y acoge la palabra que Dios le ha dado, permanece en Jesucristo y da fruto abundante (cf. Jn 15, 4-5). Y se va manifestando en su vida, con signos concretos:

- Confiesa que Jesús es el Señor, y pone toda su vida bajo su señorío.

- Vive en el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia.

- Vive en la confianza en Dios, como Abrahán, y camina fiado en el Señor.

- Vive cada día más enamorado y entregado a la vocación que Dios le ha dado.

- Ve como van apareciendo en su vida los frutos del Espíritu (cf. Gal 5, 22s).

- Vive en la bendición y en la alabanza.

En la primera lectura contemplamos la alianza que Dios hace con Abrahán: creyó al Señor y se le contó como justicia. La fe se realiza creyendo en las promesas y: obedeciendo al Señor. El rito de la alianza manifiesta la fidelidad de Dios, que se compromete con su siervo y con el futuro para siempre.

Pero, ¿Cuándo cumplirá el Señor su promesa? Cuando Él quiera. El momento es de Dios, no del hombre. Eso es la fe: fiarse del Señor.

¡Os daré un corazón nuevo!  (cf. Ez 36, 26).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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