Miércoles 20 de Enero de 2021

San Sebastián

Lecturas:

Heb 7, 1-3. 15-17.  Eres sacerdote para siempre.

Sal 109, 1-4.  Tú eres sacerdote eterno.

Mc 3, 1-6.  ¿Está permitido en sábado salvarle la vida a un hombre o dejarle morir?

Hace unos días la Palabra nos anunciaba que ha terminado la antigua Alianza y comienza la nueva. Y que a vino nuevo, odres nuevos.

La primera lectura nos va mostrando la caducidad de la antigua alianza y del sacerdocio antiguo para presentarnos a Cristo como el nuevo y definitivo sacerdote, que hizo de su existencia una ofrenda total.

Jesús está llamado por Dios para intervenir en favor de los hombres y ofrecer sacrificios por sus pecados. Su sacerdocio estaba prefigurado en el de Melquisedec, como hemos cantado en el Salmo: El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.

 Este juramento de Dios proclama la perfección del sacerdote definitivo: Jesús es el sacerdote santo, el único. Su sacerdocio pone término al antiguo.

Este sacerdocio está enraizado en su mismo ser, que le hace ser mediador por excelencia: es a la vez verdadero hombre y verdadero Dios. Es el sacerdote único y eterno. Realizó su sacrificio de una vez para siempre. Ahora ya es para siempre el intercesor, el mediador de la nueva alianza: hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo como rescate por todos (cf. 1 Tm 2, 5-6).

Y la nueva Alianza tiene también un nuevo culto. Una nueva manera de vivir la relación entre Dios y el hombre. El culto verdadero es en espíritu y verdad, que busca vivir en la humildad para tener una relación de sinceridad con Dios para poder hacer su voluntad.

Y por ello, con la acción del Espíritu Santo, vence al fariseísmo de todos los tiempos.

El fariseo, en el fondo, se cree igual a Dios y piensa que la salvación es fruto del esfuerzo humano y que puede “comprar” con sus obras la salvación. Por eso se queda en el legalismo: cumple en la apariencia, pero su corazón está lejos del Señor. No ha descubierto que el fin de la ley es la salvación de la persona. Queda atrapado en la casuística, para trapichear con la voluntad de Dios y manejarla a su antojo. No ha descubierto que todo esdon.

¡Os daré un corazón nuevo!  (cf. Ez 36, 26).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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