Miércoles, 18 de agosto de 2021

Lecturas:

Jc 9,6-15. Pedisteis un rey, siendo así que el Señor es vuestro rey.

Sal 20. Señor, el rey se alegra por tu fuerza.

 Mt 20, 1-16a ¿Vas a tener tú envidia porque soy yo bueno?

La primera lectura, del libro de los Jueces, te invita a preguntarte quién es el rey de tu vida. Sólo uno puede ser el Rey de tu vida: Jesucristo Resucitado, el Rey de reyes, el Señor de señores.

La gran tentación aparece siempre: buscar la seguridad en los ídolos, en los señores humanos, en el dinero, en los afectos…

Por ello, la Palabra nos invita a dar el salto de la fe y de la confianza en Dios y vivir, como cantamos en el Aleluya: guiados por la palabra de Dios, que es viva y eficaz y descubre los pensamientos y las intenciones del corazón (cf. Hb 4, 12).

El Evangelio nos vuelve a plantear el tema de la gratuidad del amor de Dios y de la salvación. El Evangelio de hoy termina como el de ayer: los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.

La parábola nos invita a entrar en otra lógica, a entrar en el corazón de Dios. Es una invitación a la conversión, a pasar de la lógica del mérito al mundo de la gratuidad, que es el secreto del Reino de Dios: Todo es don, todo es gracia.

Pero Dios respeta siempre tu libertad y te pide aceptar este don;  que te dejes transformar por el Espíritu Santo, dejando que Él haga en ti la obra de la santidad. No como tú hayas proyectado, sino dejando que confiando en que sus planes son mejores que los tuyos (cf. Is 55).

Entonces no brotará de tu corazón la envidia del resentido, sino la alegría y la gratitud del enamorado que ha recibido más de lo que podía esperar.

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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