Miércoles 16 de diciembre de 2020

Lecturas:

Is 45, 6c-8. 21b-25.  Cielos, destilad desde lo alto.

Sal 84.  Cielos, destilad desde lo alto al Justo.

Lc 7, 19-23.  Anunciad a Juan lo que habéis visto y oído.

El evangelio nos presenta a san Juan Bautista que manda a dos discípulos suyos a preguntarle a Jesús si es el Mesías, el Salvador. La respuesta de Jesús es afirmativa: Jesús es el Salvador, el Mesías, el que tenía que venir, en Él se cumplen las profecías del Antiguo Testamento: los ciegos ven, los sordos oyen

Con ello, la Palabra de Dios te invita a vivir la Navidad de tal manera que no se quede ni en una fiesta puramente sentimental, ni en un mero recuerdo histórico del Nacimiento de Jesús, ni mucho menos aún en una fiesta comercial y consumista, sino que abras tu corazón de par en par al Señor, que aceptes en tu vida que Jesús es el Señor, el Mesías, el Salvador, y, que, por tanto, prepares tu corazón para acogerle.

Jesús es el Mesías, el Salvador, y no hay que esperar a otro. Él es el único Maestro y el único Señor, Él es el único que puede darle la vida, la paz, la felicidad; el único que puede dar sentido a tu vida.

La primera lectura, del profeta Isaías, nos lo ha recordado varias veces: Yo soy el Señor, y no hay otro.

Esta llegada de Jesús te debe llenar de alegría, porque llega tu salvación, llega la luz que necesitas para salir de la oscuridad, llega la esperanza.

Y el gran peligro es sentirte escandalizado por Jesús. Se siente escandalizado por Jesús aquel que no le acepta, aquel que rechaza su doctrina y su enseñanza, aquel que rechaza la Iglesia que Él ha fundado.

Sentirse escandalizado por Jesús es querer convertirte tú en "maestro" para discutir con Jesús, para "negociar" las exigencias del Evangelio, para hacerte el Evangelio a tu medida.

Sentirte escandalizado por Jesús es olvidar que todos somos discípulos, que no tenemos más que un sólo Maestro: Jesucristo, el Señor.

Sentirse escandalizado por Jesús es ponerle condiciones para seguirle, aceptar el evangelio a medias, hacer sólo lo que te conviene...y en un corazón así no puede nacer el Señor.

Por eso, es necesario limpiar todo obstáculo, es necesaria la conversión de todo pecado que pueda haber en tu corazón para que el Señor pueda llenar tu vida y darte la felicidad y la salvación que viene a traerte.

¡Ánimo! Pide el don del Espíritu Santo, para que prepare tu corazón. Entonces podrás acoger a Jesucristo no como una carga sino como un don, y lo mirarás no como una amenaza sino como una aventura.

¡Os daré un corazón nuevo!  (cf. Ez 36, 26).

¡Ven Espíritu Santo!  (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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