Miércoles 13 de Enero de 2021

San Hilario

Lecturas:

Heb 2, 14-18.  Tenía que parecerse en todo a sus hermanos para ser misericordioso.

Sal 104, 1-4. 6-9.  El Señor se acuerda de su alianza eternamente.

Mc 1, 29-39.  Curó a muchos enfermos de diversos males.

En estos días, el evangelista san Marcos nos va a contar varias curaciones milagrosas, y también cómo nos va sanando el Señor.

Sobre el misterio de la enfermedad, el Catecismo de la Iglesia Católica, nos dice:

La enfermedad y el sufrimiento se han contado siempre entre los problemas más graves que aquejan la vida humana. En la enfermedad, el hombre experimenta su impotencia, sus límites y su finitud (n. 1500).

 La compasión de Cristo hacia los enfermos y sus numerosas curaciones de enfermos de toda clase son un signo maravilloso de que "Dios ha visitado a su pueblo" y de que el Reino de Dios está muy cerca. Jesús no tiene solamente poder para curar, sino también de perdonar los pecados: vino a curar al hombre entero, alma y cuerpo (n. 1503).

A menudo los enfermos tratan de tocar a Jesús. Así, en los sacramentos, Cristo continúa tocándonos para sanarnos (n. 1504).

 Conmovido por tantos sufrimientos, Cristo no sólo se deja tocar por los enfermos, sino que hace suyas sus miserias: El tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades (cf. Mt 8, 17; Is 53, 4).

No curó a todos los enfermos. Sus curaciones eran signos de la venida del Reino de Dios. Anunciaban una curación más radical: la victoria sobre el pecado y la muerte por su Pascua… En la Cruz, Cristo tomó sobre sí todo el peso del mal y quitó el pecado del mundo, del que la enfermedad no es sino una consecuencia. Por su pasión y su muerte en la Cruz, Cristo dio un sentido nuevo al sufrimiento: desde entonces éste nos configura con Él y nos une a su pasión redentora

Cristo nos invita a seguirle tomando a su vez su cruz. Nos asocia a su vida pobre y humilde. Nos hace participar de su ministerio de compasión y de curación (cf. Mc 6,12-13) (n. 1506).

El Espíritu Santo da a algunos un carisma especial de curación (cf. 1 Co 12,9.28.30) para manifestar la fuerza de la gracia del Resucitado. Sin embargo, ni siquiera las oraciones más fervorosas obtienen la curación de todas las enfermedades: mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza, Completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia (cf. 2 Co 12, 9; Col 1,24). (n. 1508).

¡Sanad a los enfermos! (cf. Mt 10,8). La Iglesia ha recibido esta tarea del Señor e intenta realizarla tanto mediante los cuidados que proporciona a los enfermos, como por la oración de intercesión con la que los acompaña. Cree en la presencia vivificante de Cristo, que actúa particularmente a través de los sacramentos, y de manera especial por la Eucaristía (cf, 1 Co 11,30). (n. 1509).

¡Os daré un corazón nuevo!  (cf. Ez 36, 26).

¡Ven Espíritu Santo!  (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

Volver a reflexiones a la Palabra de Dios