Martes, 5 de abril de 2022

Lecturas:

Nm 21, 4-9.  Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso en alto.

Sal 101, 2,3.16-21.  Señor, escucha mi oración.

Jn 8, 21-30.  Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba.

En nuestro camino cuaresmal hacia la Pascua, al encuentro con Jesucristo vivo, la Palabra hoy nos invita a mirarle a Él y a creer en Él: si no creéis que yo soy, moriréis por vuestros pecados.

La primera lectura nos muestra la historia del pueblo de Israel que camina por el desierto. Esta es también tu propia historia.

Tantas veces vivimos “envenenados” por el peor de los pecados: el dudar del amor de Dios, lo que nos lleva a vivir rebelándonos contra Él, contra su Palabra, contra la historia que está haciendo con nosotros.

Por eso, esta Palabra es una invitación a invocar al Espíritu Santo para poder “ver” a Dios en medio de tu vida.

Porque esa es la clave: ¿Está o no está el Señor en medio de tu vida?

¿Tu vida es una peregrinación hacia la vida eterna, de la mano del Señor? ¿O es un barco a la deriva zarandeado por el oleaje del “destino”?

¿Te estás quejando de algo contra el Señor?

Cuando no ves al Señor en medio de tu vida, fácilmente el demonio sabe aprovechar tus ‘fracasos’, tus debilidades, tus pecados, tu impaciencia, la pandemia…, para llevarte al desencanto, a la tristeza, a la murmuración, a la queja, a la envidia, al resentimiento… a dudar del amor de Dios, que es, sin duda, el peor de todos los “venenos”.

Por eso, necesitas decirle al Señor, como el ciego de Jericó: Señor quiero verte.

Necesitas mirar al árbol de la Cruz donde está clavada la salvación del mundo: Jesucristo crucificado y resucitado es el Salvador, el único que puede curar tus heridas y sanar tus males.

Necesitas recibir el don de su Espíritu, porque Cuando el Señor reconstruya Sión… el pueblo que será creado alabará al Señor.

Y con el Señor y su Espíritu en medio de tu vida, Él cambiará tu tristeza en gozo y tu murmuración en alabanza.

En estos tiempos difíciles, el Salmo te invita a orar al Señor: Señor, escucha mi oración, que mi grito llegue hasta ti; no me escondas tu rostro el día de la desgracia. Inclina tu oído hacia mí: cuanto te invoco, escúchame enseguida.

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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