Martes, 4 de octubre de 2022

San Francisco de Asís

Lecturas:

Gál 1, 13-24.  Reveló a su Hijo en mí para que lo anunciara entre los gentiles.

Sal 138.  Guíame, Señor, por el camino eterno.

Lc 10, 38-42.  Marta lo recibió en su casa. María ha escogido la parte mejor.

La clave para entender el Evangelio nos la da el Aleluya: Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica.

No es un desprecio por la actividad, sino un recuerdo de qué es lo principal: escuchar la Palabra del Señor, que es la única que tiene vida eterna.

La Palabra que, acogida confiadamente, cura tus heridas, te consuela en la tribulación, te fortalece en el combate, te ilumina en la noche oscura, te enamora de Dios y te lleva a servir al hermano, te ayuda a proclamar la grandeza del Señor… porque es una Palabra de vida, de amor y de salvación que, si la acoges con fe, te llega ungida con el poder del Espíritu Santo, que lo hace todo nuevo.

Pero no sólo debemos acoger y anunciar la Palabra, sino también llevarla a la práctica, que es caridad y verdad.

Por eso, no se contraponen la oración y la escucha de Dios con la actividad cotidiana, con el ejercicio de la caridad, sino que le da su verdadero sentido: la actividad en favor del prójimo debe estar iluminada por el espíritu de contemplación: lo que hicisteis a uno de estos pequeños, a mí me lo hicisteis (cf. Mt 25).

En un mundo “estresado” y estresante en el que se mide todo y se valora la eficacia y la eficiencia, es una invitación a no caer en un activismo frenético que nos deja insatisfechos y que puede acabar por endurecer el corazón y hacer sufrir el espíritu (S. Bernardo).

Al mismo tiempo, si tu oración y tu escucha de la Palabra son auténticos, te llevarán a servir con amor y generosidad a los hermanos.

Es una llamada a cuidar y “defender” tu intimidad con el Señor: tu tiempo de oración, la escucha de la Palabra, la Eucaristía… Y, al mismo tiempo, a “verificar” que esa intimidad es de verdad “con el Señor”, porque se manifiesta en tu vida: vives con mayor alegría, más entregado en tu vocación (¡a la que el Señor te ha llamado!), y con mayor celo en el servicio y en la misión.

Yo abro brecha delante de vosotros (Cf. Miq 2, 12-13).

¡Ven Espíritu Santo! 🔥 (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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