Martes, 26 de octubre de 2021

Lecturas:

Rm 8,18-25. La creación, expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios.

Sal 125. El Señor ha estado grande con nosotros.

Lc 13, 18-21   Creció, se convirtió en árbol.

San Pablo continúa mostrándonos las consecuencias del pecado original.

Nos habla de los sufrimientos de ahora, porque la creación fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por aquel que la sometió, y hasta hoy está gimiendo y sufre dolores de parto.

La Escritura muestra las consecuencias dramáticas de este pecado: Adán y Eva tienen miedo del Dios; la armonía en la que se encontraban queda destruida; la armonía con la creación se rompe; la creación visible se hace para el hombre extraña y hostil (cf. Gn 3,17.19); la muerte hace su entrada en la historia de la humanidad (cf. Catecismo 399-400).

Pero, en su misericordia, Dios no nos abandona, pues hemos sido salvados en esperanza, y la creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios, y estos sufrimientos de ahora no se pueden comparar con la gloria que un día se nos manifestará.

¿Cuál es el camino para acoger esta salvación?

El Aleluya nos vuelve a señalar el camino de la humildad: Bendito seas, Padre, porque has revelado los misterios del reino a los pequeños.

Recuerda que eres criatura: tú no eres Dios, sino su imagen.

Y el camino de la humildad y de la gratuidad es el del grano de mostaza: reconocer que todo es un don de Dios, que te ama. ¡Que no dejará de amarte nunca! Y que la gracia de Dios tiene poder para renovar tu vida.

Ese es el fundamento de nuestra esperanza: la fidelidad de Dios.

Es reconocer que todo es gracia que precede al hombre, todo es una obra que el Señor, por el don del Espíritu Santo, ha de ir haciendo en ti. Y que tú has de acoger. Es el camino de la confianza y de no tener miedo a la humildad de los pequeños pasos y a descansar no en tus fuerzas, sino en el poder del Espíritu Santo.

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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