Martes, 20 de Abril de 2021

Lecturas:

Hch 7, 51-59.  Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y dicho esto expiró.

Sal 30, 3-8.17.21.  A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

Jn 6, 30-35.  Mi Padre os da el pan del cielo.

La primera lectura nos muestra el martirio de san Esteban, que muere por su fidelidad a Jesucristo.

La escena comienza con un discurso suyo en el que, lleno de Espíritu Santo, recuerda al pueblo, a los ancianos y a los escribas la fidelidad de Dios que ha cumplido sus promesas en Jesucristo, pero también les recuerda que son ¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! Siempre resistís al Espíritu Santo.

Ciertamente estaban endurecidos porque la reacción ante la palabra de Esteban es se recomían por dentro y rechinaban los dientes de rabia… se taparon los oídos… y se pusieron a apedrearlo.

Y es para todos nosotros una llamada a la conversión, a una conversión que va más allá del moralismo.

Conversión a ser dóciles al Espíritu Santo, a ir más allá del cumplimiento formal, a vivir enamorados del Señor y deseando hacer su voluntad. Para ello, necesitas un corazón humilde y confiado.

Conversión a dejar que Jesucristo sea Señor de tu vida, de toda tu vida, dejando que Él cambie tu modo de pensar y de vivir, para que un día puedas decir como Pablo: ya no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí (cf. Gal 2, 20). Para ello, necesitas un corazón obediente.

No olvides que la santidad, la plenitud de la vida cristiana no consiste en realizar empresas extraordinarias, sino en unirse a Cristo, en vivir sus misterios, en hacer nuestras sus actitudes, sus pensamientos, sus comportamientos. La santidad se mide por la estatura que Cristo alcanza en nosotros, por el grado como, con la fuerza del Espíritu Santo, modelamos toda nuestra vida según la suya (cf. Benedicto XVI, Catequesis 13-IV-2011; Francisco, Gaudete et exultate, 21)

Que en estos tiempos de dificultad podamos orar con la Palabra y decirle hoy al Señor: Sé la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve… Yo confío en el Señor. Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría… Haz brillar tu rostro sobre tu siervo.

¡Os daré un corazón nuevo!  (cf. Ez 36, 26).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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