Martes 2 de Febrero de 2021

Presentación del Señor

Lecturas:

Mal 3, 1-4.  Entrará en el santuario el Señor a quien buscáis.

Sal 23, 7-10.  ¿Quién es ese Rey de la gloria? Es el Señor.

Heb 2, 14-18.  Tenía que parecerse en todo a sus hermanos.

Lc 2, 22-40.  Mis ojos han visto a tu Salvador.

Celebramos hoy la fiesta de la Presentación del Señor en el templo, entra en el templo para restaurar el verdadero culto

Cuarenta días después de la Navidad, en esta fiesta se prolonga el tema de Cristo luz, que caracteriza la Navidad y de la Epifanía.

Esta presentación es el primer encuentro del Mesías con el pueblo creyente, el resto de Israel, representados en los santos ancianos Simeón y Ana que, iluminados por el Espíritu Santo, convirtieron el misterio en revelación, reconocieron al Señor y lo proclamaron con alegría. Jesús es la presencia nueva y definitiva de Dios en medio de su pueblo. Es el Salvador.

Proclamaron que Dios es fiel y cumple sus promesas.

Hoy, en la Eucaristía, llevamos en las manos las candelas encendidas, tal como María llevaba a Cristo, luz de las naciones, y vamos al encuentro del Señor y lo reconocemos realmente presente en allí, donde nos alimenta con el pan de la Palabra y con su Cuerpo y Sangre.

La segunda lectura, de la carta a los Hebreos, nos invita vivir en la alegría y en la esperanza, a abrirle el corazón a Jesucristo, Dios y hombre verdadero, que es Hijo de Dios, pero también es uno de nuestra familia, hermano nuestro, por eso puede ser un Sumo Sacerdote compasivo y fiel, que ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar ahora a los que pasan por ella, y aniquiló al que tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo, y liberó a todos los que por miedo a la muerte pasaban la vida entera como esclavos.

Nos invita a entregarle al Señor nuestros miedos, especialmente en este tiempo; miedos por los que tantas veces el diablo quiere paralizarnos: miedo al sufrimiento, a la debilidad, al fracaso, a la crítica, a… y nos invita a ver la victoria de Jesucristo sobre tus miedos.

Pero la Palabra también nos dice que la puerta del corazón tiene la llave por dentro.

El Señor llama a tu puerta. Pero tú, en tu libertad puedes abrirle o no: Jesucristo será siempre como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones.

La salvación que trae no se impone. Tampoco se hereda. Se acoge, libre y personalmente, o se rechaza. Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti (san Agustín).

 Estoy a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo (Ap 3, 20).

¡No tengas miedo! Si crees, verás la gloria de Dios.

¡Os daré un corazón nuevo!  (cf. Ez 36, 26).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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