Martes, 19 de octubre de 2021

San Pedro de Alcántara

Lecturas:

Rm 5,12.15b.17-19.20b-21. Por el delito de un solo hombre comenzó el reinado de la muerte. Cuanto más ahora vivirán y reinarán.

Sal 39. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Lc 12, 35-38   Dichosos los criados a quienes el amo encuentre vigilantes cuando llegue.

Hoy san Pablo nos habla de la realidad del pecado original. ¿Qué es el pecado original? El Catecismo de la Iglesia Católica nos lo explica con claridad (cf. CIG 385s).

El pecado está presente en la historia del hombre: sería vano intentar ignorarlo o dar a esta oscura realidad otros nombres.

La doctrina del pecado original es, por así decirlo, "el reverso" de la Buena Nueva de que Jesús es el Salvador de todos los hombres, que todos necesitan salvación y que la salvación es ofrecida a todos gracias a Cristo.

El hombre, tentado por el diablo, dejó morir en su corazón la confianza hacia su creador y, abusando de su libertad, desobedeció al mandamiento de Dios. En esto consistió el primer pecado del hombre. En adelante, todo pecado será una desobediencia a Dios y una falta de confianza en su bondad.

Ignorar que el hombre posee una naturaleza herida, inclinada al mal, da lugar a graves errores en el dominio de la educación, de la política, de la acción social (cf. CA 25) y de las costumbres.

Tras la caída, el hombre no fue abandonado por Dios. Al contrario, Dios lo llama y le anuncia de modo misterioso la victoria sobre el mal y el levantamiento de su caída (cf. Gn 3,15). Este pasaje del Génesis ha sido llamado Protoevangelio, por ser el primer anuncio del Mesías redentor, anuncio de un combate entre la serpiente y la Mujer, y de la victoria final de un descendiente de ésta: el nuevo Adán, Jesucristo, que, por su obediencia hasta la muerte en la Cruz repara con sobreabundancia la desobediencia de Adán.

Cada día tienes delante dos caminos: el de Adán, que siendo hombre quiere ser como dios y pretende arrebatarle su señorío, creyéndose dueño de su vida y de su historia; o el de Cristo que, siendo Dios, se humilla y es obediente hasta la muerte de cruz haciendo la voluntad del Padre. Ya sabes a dónde lleva cada camino.

La clave para vivir nos la ha dado el Salmo: aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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