Martes, 18 de mayo de 2021

San Juan I, papa y mártir

Lecturas:

Hch 20, 17-27.  Completo mi carrera y consumo el ministerio que recibí del Señor Jesús.

Sal 67, 10-11.20-21.  Reyes de la tierra, cantad al Señor.

Jn 17, 1-11a.  Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo para que tu Hijo te glorifique.

En la primera lectura contemplamos de nuevo a San Pablo que, lleno del Espíritu Santo, puede tener una mirada de fe sobre su vida y sobre su historia. Lo expresará muy bien en la carta a los Romanos: a los que aman a Dios todo les sirve para el bien.(cf. Rom 8, 28).

Desde la fe puede confiar en el Señor: ahora me dirijo a Jerusalén, encadenado por el Espíritu. No sé lo que me pasará allí, salvo que el Espíritu Santo, de ciudad en ciudad, me da testimonio de que me aguardan cadenas y tribulaciones. Pero a mí no me importa la vida, sino completar mi carrera y consumar el ministerio que recibí del Señor Jesús: ser testigo del Evangelio de la gracia de Dios.

El Evangelio de hoy nos presenta la Oración sacerdotal de Jesús en la Última Cena. Jesús aparece como un sacerdote que recurre a la oración de intercesión en favor de los suyos.

Jesús se dirige al Padre en el momento en el que se está ofreciendo a sí mismo. Él, sacerdote y víctima, reza por sí mismo, por los apóstoles y por todos aquellos que creerán en él, por la Iglesia de todos los tiempos (cf. Benedicto XVI, Catequesis 25-I-2012).

 Jesús ora por la realización de su obra. Ha llegado la hora. Es el momento fijado por el Padre para glorificar al Hijo. Es la hora del paso a la gloria a través de la muerte. La glorificación que Jesús pide para sí mismo es el poder entrar en la plena obediencia al Padre.

La glorificación del Hijo le permite comunicar la vida eterna a los hombres que se abren a su palabra. Tener vida eterna es “conocer” al Padre. Cristo, su “enviado” es el camino para llegar al Padre.

Jesús intercede por sus discípulos. El Padre se los dio y le pertenecen. Han creído en Él. Ora por ellos, que constituyen la “comunidad”.

Que en este tiempo de dificultad y de gracia también tú puedas tener una mirada de fe sobre tu vida. Que desde lo más profundo de tu corazón puedas orar con el Salmo, diciendo: Bendito el Señor cada día, Dios lleva mis cargas, es mi salvación. 

¡Os daré un corazón nuevo!  (cf. Ez 36, 26).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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