Martes, 16 de noviembre de 2021

Santa Margarita de Escocia

Lecturas:

2 Mac 6,18-31. Legaré un noble ejemplo, para que aprendan a arrostrar voluntariamente la muerte por amor a nuestra Ley.

Sal 3. El Señor me sostiene.

Lc 19, 1-10   El Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.

Hoy la Palabra de Dios nos muestra el encuentro de Jesús con Zaqueo -un pecador público- en Jericó.

Hoy Jesús quiere acercarse a tu vida. Dios te ama y te busca: quiere encontrase contigo.

El Señor está llamando hoy a la puerta de tu corazón: ¡ábrele!  Si hoy escuchas la voz del Señor, no dejes que se endurezca tu corazón: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor. ¡No endurezcáis vuestro corazón. Así comenzamos cada día la oración de Laudes.

Porque esta es la clave del discipulado: que dejes entrar a Jesucristo en tu vida.

Pero que le dejes entrar sin ponerle resistencias. ¡No tengas miedo! Jesucristo no viene a quitarte nada, sino a dártelo todo. ¡Deja que Jesucristo tome posesión de la casa de tu vida! No le cierres ninguna “habitación” al Señor.

Haz un acto de fe que te lleve a dejar que Jesucristo sea el Señor de tu vida, ¡de toda tu vida!

Y entonces Él te dará el Espíritu Santo, que hará nueva tu vida. También tú tendrás la misma experiencia que Zaqueo:  si crees, ¡verás la gloria de Dios! También tú podrás ver como hoy ha sido la salvación de esta casa.

Podrás escuchar cómo el Señor te llama por tu nombre, te muestra su amor, su fidelidad, su misericordia, su perdón…

Podrás ver que quiere entrar en tu casa para quedarse, para estar contigo todos los días, hasta el fin del mundo. Para llenar tu vida de sentido, de plenitud, de alegría, y para darte ¡la vida eterna!

Podrás ver cómo el Espíritu Santo te regala la alegría y la paz, frutos de su presencia consoladora; te regala la generosidad y el amor fraterno, frutos de su presencia renovadora; te regala la confianza, fruto de la presencia del Paráclito, Defensor.

Y entonces, podrás vivir con la fortaleza de Eleazar, porque tendrás la certeza de lo que hemos cantado en el Salmo: tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria… Puedo acostarme y dormir y despertar: el Señor me sostiene. No temeré al pueblo innumerable que acampa a mi alrededor.

Si crees, si le abres el corazón al Señor, ¡verás la gloria de Dios!

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5)

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13

Homilias de D. Jorge Miró

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