Martes, 16 de agosto de 2022

San Esteban de Hungría

Lecturas:

Ez 28, 1-10.  Eres hombre y no Dios; te creías listo como los dioses.

Dt 32, 26-36.  Yo doy la muerte y la vida.

Mt 19, 23-30.   Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de los Cielos.

La Palabra que el Señor nos regala hoy nos invita, como siempre, a la conversión.

En la primera lectura, el Señor nos previene contra la peor de todas las idolatrías: Se enalteció tu corazón y dijiste: “Soy un dios y estoy sentado en el trono de los dioses”.

Una idolatría que a veces se manifiesta en la soberbia de querer ser tú el señor de tu historia, el dueño de tu vida, el que establece lo que está bien y lo que está mal: Tú que eres hombre, y no dios, pusiste tu corazón como el corazón de Dios.

Esta idolatría se manifiesta también robándole la gloria a Dios: ¿Cómo puede uno perseguir a mil, y poner en fuga a diez mil, si no fuera porque los ha vencido su Roca, y el Señor los ha entregado?

Se manifiesta en la incapacidad de ver las obras que Dios está haciendo en tu vida y, acabar creyendo todo es fruto de la casualidad o de la suerte o fruto de tu trabajo y tu buen hacer. Incapacidad para descubrir que todo es don, todo es gracia

Por eso, la conversión se manifiesta en el desprendimiento. Ser discípulo es poner toda la vida bajo el señorío de Jesucristo. Es confesar -con la palabra y con la vida- que Jesús es el Señor y tú el siervo; que Él es el Maestro, y tú el discípulo.

El desprendimiento del dinero es un signo de algo más profundo: del desprendimiento del orgullo, de la arrogancia, de la soberbia, de la vanidad, de la prepotencia, de la autosuficiencia… No se puede servir a dos señores.

Al cielo se sube, bajando.  Hay que acoger el reino como un niño pequeño, recibirlo con sencillez como don gratuito del Padre, en lugar de exigirlo como un derecho, o pretender comprarlo con nuestros méritos.

Yo abro brecha delante de vosotros (Cf. Miq 2, 12-13).

¡Ven Espíritu Santo! 🔥 (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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