Martes, 15 de junio de 2021

Santa María Micaela del Santísimo Sacramento

Lecturas:

2 Cor 8, 19.  Cristo, siendo rico, se hizo pobre por vosotros.

Sal 145.  Alaba, alma mía, al Señor.

 Mt 5, 43-48. Amad a vuestros enemigos.

En el Evangelio, el Señor nos regala una palabra contundente: Habéis oído que se dijo: “‘Amarás a tu prójimo’ y aborrecerás a tu enemigo”. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial.

El amor a los enemigos es, sin duda, el precepto más difícil de cumplir, porque es el que deja más al desnudo nuestra debilidad y nuestra impotencia. Este amor es el amor de Dios en nosotros; la obra del Espíritu Santo. Es un amor universal que no admite excepciones. Es gratuito; está libre de buscar compensaciones, de buscar el propio provecho.

Jesús hace resplandecer ante los ojos de todos los hombres el nexo entre solidaridad y caridad, iluminando todo su significado: A la luz de la fe, la solidaridad tiende a superarse a sí misma, al revestirse de las dimensiones específicamente cristianas de gratuidad total, perdón y reconciliación. Entonces el prójimo no es solamente un ser humano con sus derechos y su igualdad fundamental con todos, sino que se convierte en la imagen viva de Dios Padre, rescatada por la sangre de Jesucristo y puesta bajo la acción permanente del Espíritu Santo. Por tanto, debe ser amado, aunque sea enemigo, con el mismo amor con que le ama el Señor (cf. CDSI 196).

Ser cristiano no es un moralismo. Todo es don. Todo es gracia

¿Cuál es la motivación que “toca” san Pablo en el corazón de los corintios para animarles a ayudar a los hermanos pobres de la comunidad de Jerusalén? No utiliza argumentos sentimentales ni pretende culpabilizarlos. El fundamento es que Cristo, siendo rico, se hizo pobre por nosotros.

Y, por ello, ¿hasta dónde hay que compartir? Pues el Espíritu Santo te lo irá poniendo en el corazón: la gracia que Dios ha concedido a las iglesias de Macedonia: en las pruebas y tribulaciones ha crecido su alegría, y su pobreza extrema se ha desbordado en tesoros de generosidad… superando nuestras expectativas, se entregaron a sí mismos, primero al Señor y además a nosotros, conforme a la voluntad de Dios:

¡Os daré un corazón nuevo!  (cf. Ez 36, 26).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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