Martes, 14 de junio de 2022

Lecturas:

1 Re 21, 17-29. Has hecho pecar a Israel.

Sal 50. Misericordia, Señor, hemos pecado.

Mt 5, 43-48. Amad a vuestros enemigos.

La prepotencia, la injusticia, la arrogancia, el abuso de poder, el asesinato… no podían quedar así. El Señor, que escuchó el clamor de su pueblo Israel en Egipto y lo libró del Faraón, es también el defensor de los débiles y de los inocentes y, por eso, interviene enviando al profeta Elías para denunciar los pecados de Ajab y anunciar la sentencia que es la aplicación de la ley del Talión.

En el Evangelio, el Señor nos regala una palabra contundente: Habéis oído que se dijo: “‘Amarás a tu prójimo’ y aborrecerás a tu enemigo”. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial.

El amor a los enemigos es, sin duda, el precepto más difícil de cumplir, porque es el que deja más al desnudo nuestra debilidad y nuestra impotencia. Este amor es el amor de Dios en nosotros; la obra del Espíritu Santo. Es un amor universal que no admite excepciones. Es gratuito; está libre de buscar compensaciones, de buscar el propio provecho.

Jesús hace resplandecer ante los ojos de todos los hombres el nexo entre solidaridad y caridad, iluminando todo su significado: A la luz de la fe, la solidaridad tiende a superarse a sí misma, al revestirse de las dimensiones específicamente cristianas de gratuidad total, perdón y reconciliación. Entonces el prójimo no es solamente un ser humano con sus derechos y su igualdad fundamental con todos, sino que se convierte en la imagen viva de Dios Padre, rescatada por la sangre de Jesucristo y puesta bajo la acción permanente del Espíritu Santo. Por tanto, debe ser amado, aunque sea enemigo, con el mismo amor con que le ama el Señor (cf. CDSI 196).

¡Ven Espíritu Santo! 🔥 (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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