Martes, 13 de Abril de 2021

San Hermenegildo

Lecturas:

Hch 4, 32-37. Un solo corazón y una sola alma.

Sal 92. El Señor reina, vestido de majestad.

Jn 3, 7b-15.  Tenéis que nacer de nuevo.

En el Evangelio hoy Jesús nos invita a nacer de nuevo. A nacer del Espíritu, porque lo que ha nacido de la carne es carne; lo que ha nacido del Espíritu es espíritu (cf. Jn 3,6).

¿Qué nos quiere decir el Señor? Jesucristo no ha muerto y resucitado para poner un parche en tu vida, para ponerte una capa de maquillaje, y que por dentro que sigas en el vacío y la muerte…

No, El Señor quiere regalarte una vida nueva. El Señor nos habla de un nacimiento sobrenatural, cuyo principio es la Palabra y el Espíritu Santo, y se realiza por la fe y el bautismo. Palabra y Espíritu son inseparables: el Espíritu da eficacia a la Palabra, hace que la Palabra se cumpla, tenga vida eterna.

Por el Bautismo, el cristiano se asimila sacramentalmente a Jesús que anticipa en su bautismo su muerte y su resurrección: debe entrar en este misterio de rebajamiento humilde y de arrepentimiento, descender al agua con Jesús, para subir con él, renacer del agua y del Espíritu para convertirse, en el Hijo, en hijo amado del Padre y vivir una vida nueva (cf. Catecismo, 537).

Ser cristiano no es más que dejar crecer la gracia y los dones recibidos en el bautismo.

El hombre, recreado por la palabra y por el Espíritu es ya una criatura nueva, cuyo comportamiento moral queda radicalmente transformado: ya no sigue ya sus pasiones sino que tiene los mismos sentimientos y actitudes que tuvo Cristo Jesús, y vive obedeciendo su Palabra y bajo la guía del Espíritu Santo, en comunión con los hermanos en la fe que Dios le ha dado.

Esta es la vida nueva que contemplamos en la primera lectura y en el salmo: la santidad es el adorno de tu casa.

El cristiano, hecho ya hijo, puede aspirar a la herencia del reino, a la vida eterna. Pero para subir al cielo es necesario haber bajado de él: sólo podrá subir al cielo quien haya recibido en sí mismo este principio venido de arriba: el Espíritu de Dios.

Y este Espíritu te regalará el poder subir al cielo, bajando. En la medida en que te dejes hacer pequeño, Jesucristo resucitado crecerá en ti e irás acogiendo el don de la salvación.

Y en estos tiempos de dificultad, en medio de la prueba, pídele al Espíritu poder escuchar cada día que tú eres hijo amado de Dios, su predilecto.

¡Os daré un corazón nuevo!  (cf. Ez 36, 26).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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