Martes, 11 de mayo de 2024

Lecturas:

Hch 16, 22-34.  Pablo le gritó: no te hagas daño que estamos todos aquí.

Sal 137, 1-8.  Señor, tu derecha me salva.

Jn 16, 5-11.  Os conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a vosotros.

Pablo y Silas son apaleados y encarcelados por haber expulsado el espíritu de adivinación de una esclava. Sus amos, les denuncian ante las autoridades. En la cárcel también anuncian el Evangelio. Los compañeros de prisión escuchan; el carcelero y su familia, se convierten. Los caminos de Dios no son los nuestros.

El carcelero, asombrado, se hace la “pregunta del millón”: Señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme? La respuesta de Pablo y Silas es clara: Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia.

No se trata de creer en unas ideas, sino de creer en una Persona:  Jesucristo. Es decir, en dejar que Jesucristo sea Señor de tu vida; es tener una relación personal con Él. Pero una relación en la que Jesús es el Maestro y tú eres el discípulo.

Y el Señor te invita a que hoy hagas tú la misma pregunta: ¿qué tengo que hacer para salvarme?. ¡Háblalo con Jesús! Invoca al Espíritu Santo para que te ilumine, y háblalo con Jesús.

¿Has puesto toda tu vida bajo el Señorío de Jesucristo? ¿O todavía queda alguna parcela en la que eres tú su señor?

El Evangelio nos habla del Espíritu Santo: testigo de Jesús y acusador del mundo: Y cuando venga, dejará convicto al mundo:

De un pecado, porque no creen en mí. El gran pecado es rechazar la salvación que Dios nos ofrece en Jesucristo.

De una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis. Jesús es la manifestación de la justicia de Dios, de la salvación de Dios.

De una condena, porque el príncipe de este mundo está condenado. El mundo se equivocó al condenar a Jesús, que ahora es el vencedor de la muerte. Y su victoria es la derrota de Satanás, el príncipe de este mundo.

Que en este tiempo de dificultad y de gracia también tú puedas decir con el Salmo: Te doy gracias, Señor, de todo corazón… Señor tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos.

Pide el Espíritu Santo para que te guíe hasta la verdad plena.

¡Os daré un corazón nuevo!  (cf. Ez 36, 26).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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