Martes, 10 de agosto de 2021

San Lorenzo, diácono y mártir

Lecturas:

2 Co 9, 6-10. Dios ama al que da con alegría.

Sal 111. Dichoso el que se apiada y presta.

Jn 12, 24-26. A quien me sirva, mi Padre le premiará.

La Palabra que el Señor nos regala hoy, en esta fiesta de san Lorenzo mártir, nos invita a vivir de la fe y a ser testigos de Jesucristo vivo y Resucitado.

Cuando uno es tocado por el amor de Dios, esta experiencia del amor gratuito, fiel y generoso de Dios le impulsa a salir de sí mismo para donarse, porque experimenta que se es más feliz al dar que al recibir (cf. Hch 20, 35).

Vive lo que nos dice la palabra: el que siembra tacañamente, tacañamente cosechará; el que siembra generosamente, generosamente cosechará; si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde.

Experimenta una sabiduría que no es de este mundo: que con el egoísmo uno parece que va ganando, pero acaba perdiendo. En cambio, con la donación de ti mismo y de los bienes que has recibido (tiempo, dinero, talentos, carismas…) parece que sales perdiendo, pero ves que Dios te da el ciento por uno.

Y es que al cielo se sube, bajando.

¡No tengas miedo! El Señor está contigo.

En estos días celebramos a algunos mártires, antiguos como san Lorenzo, san Ponciano, y san Hipólito; y otros modernos como santa Teresa Benedicta de la Cruz, y san Maximiliano María Kolbe.

El martirio es el supremo testimonio de la verdad de la fe; designa un testimonio que llega hasta la muerte. El mártir da testimonio de Cristo, muerto y resucitado, al cual está unido por la caridad. Soporta la muerte mediante un acto de fortaleza.

La oración cristiana llega hasta el perdón de los enemigos (cf Mt 5, 43-44). Transfigura al discípulo configurándolo con su Maestro. El perdón es cumbre de la oración cristiana… Da testimonio de que, en nuestro mundo, el amor es más fuerte que el pecado. Los mártires de ayer y de hoy dan este testimonio de Jesús (cf. Catecismo 2473 y 2844).

Tenemos hoy una oración especial por todos los cristianos perseguidos. Pedimos para ellos el Espíritu Santo. Pedimos también por la conversión de sus perseguidores.

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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