Lunes, 7 de junio de 2021

Lecturas:

2 Cor 1, 1-7.  Dios nos consuela hasta el punto de poder consolar nosotros a los demás en la lucha.

Sal 33.  Gustad y ved qué bueno es el Señor.

Mt 5, 1-12.  Bienaventurados los pobres en el espíritu.

Hoy, la Palabra que el Señor nos regala nos invita a descubrir otro de los signos de la acción de Dios en el corazón del hombre. Otro de los signos de dejar actuar al Espíritu Santo.

Lo hemos cantado en el Salmo: Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca… Proclamad conmigo la grandeza del Señor… Contempladlo y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará.

La alabanza es el eco de la presencia del Espíritu Santo en un corazón bienaventurado.

Porque las Bienaventuranzas no son un programa a realizar con tus fuerzas, ni una utopía con la que soñar.

Las Bienaventuranzas son como el carnet de identidad del cristiano (cf. Francisco, GS 63), son como una “ecografía” del corazón de Jesús. Así es el corazón de Jesús. Son como una velada biografía interior de Jesús, como un retrato de su figura (cf. Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, 98s).

Y así será tu corazón si dejas que el Espíritu Santo lo vaya modelando.

Si la fe es auténtica va transformando la vida, va dando frutos. Las obras no son la causa de la salvación, sino la consecuencia de haber acogido el don gratuito de la salvación.

El que ha acogido la salvación, y tiene en su corazón el Espíritu Santo, ve cómo van desapareciendo las obras del hombre viejo y van apareciendo -como un don- los frutos del Espíritu: caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad (cf. Catecismo, 1832).

En medio de su debilidad lo vive todo en el Señor, con el Señor y para el Señor: Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; así que ya vivamos ya muramos, somos del Señor. Pues para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de muertos y vivos (cf. Rom 14, 7-9).

¡Ánimo! Confía en el Señor y déjate hacer por el Espíritu Santo. Él hará en ti la obra de la santidad contando con tu debilidad y tus pobrezas.

¡Os daré un corazón nuevo!  (cf. Ez 36, 26).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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