Lunes, 6 de diciembre de 2021
San Nicolás
Lecturas:
Is 35, 1-10. Dios viene en persona y os salvará.
Sal 84. He aquí a nuestro Dios; viene en persona y nos salvará.
Lc 5, 17-26. Hoy hemos visto maravillas.
En el Evangelio contemplamos la escena de la curación del paralítico, al que unos hombres, que muestran su fe y confianza superando todos los obstáculos, presentan a Jesús, que, al ver su fe, dice al paralítico: Hombre, tus pecados están perdonados.Esta respuesta de Jesús realiza una curación muy distinta de la esperada. De ahí, el enfado de escribas y fariseos que han entendido perfectamente el mensaje: ¿Quién es éste que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados más que Dios?
Efectivamente, Jesús es Dios, verdadero Dios y verdadero hombre. Y, por eso, ante su incredulidad, Jesús confirma el perdón con la curación del paralítico.
Lo que nos lleva a la muerte profunda del ser es el pecado, es el vivir de espaldas a Dios, es quitar a Dios de nuestra vida. Cuando nos empeñamos en ocupar el lugar de Dios, acabamos paralizados por tantas ataduras: miedos, vacíos, insatisfacciones, dependencias…
Y hoy el Evangelio nos anuncia la buena noticia de que Jesucristo tiene poder para romper todas esas ataduras. Lo hemos cantado en el Aleluya: Mirad, el Rey viene, el Señor de la tierra, y él romperá el yugo de nuestra cautividad, y en el Salmo: Nuestro Dios viene en persona y nos salvará.
¿Qué hemos de hacer? Pues lo que has visto en el Evangelio: presentarte delante de Jesús, remover los obstáculos, y entregarle tus pecados, tus dolencias, tus ataduras...
También ayudar a otros, presentárselos a Jesús.
Y entonces verás en tu vida lo que anuncia Isaías: El desierto y el yermo se regocijarán… florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría.
Este tiempo de Adviento es un tiempo de gracia para que te acerques a Jesús, en la oración, pero especialmente en el Sacramento de la Penitencia: ahí te espera el Señor para regalarte su curación más profunda: el abrazo del perdón. Lo hemos cantado en el Salmo: «Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos». La salvación está cerca de los que lo temen, y la gloria habitará en nuestra tierra.
A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).
¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).