Lunes, 31 de octubre de 2022

Lecturas:

Flp 2, 1-4.   Dadme esta gran alegría: manteneos unánimes.

Sal 130, 1-3.   Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor.

Lc 14,12-14.  No invites a tus amigos, sino a pobres y a lisiados.

San Pablo llama a los Filipenses a la unidad, que es uno de los signos de estar viviendo en el Espíritu. El diablo desune, separa, enfrenta..., lleva a Babel. El Espíritu es creador de comunión…, lleva a Pentecostés: si nos une el mismo Espíritu… manteneos unánimes y concordes, con un mismo amor y un mismo sentir.

Unánimes y concordes: con un solo corazón y una sola alma. Este es el milagro que realiza el Espíritu Santo. Coge todas nuestra diferencias (edades, razas, cultura, carácter, cualidades…) y hace nacer una criatura nueva, en la que todo esto es fuente de riqueza y no de división, de alegría y no de enfrentamiento, de gratitud y no de envidia.

Cuando uno se deja llevar por el Espíritu no cae en la rivalidad ni en la ostentación. Esto es lo que hace el Espíritu Santo con el don de piedad.

Te regala el poder ver a Dios como un Padre bueno, que te ama y con el que puedes tener una relación de intimidad, de ternura. Te lleva no solo a disfrutar de las cosas del Padre, sino a gozar del Padre. A sentir cada día su abrazo amoroso, a no vivir cansado y agobiado porque Él cuida de ti.

Y entonces puedes mirar al otro no como un rival a neutralizar, sino como un don a agradecer. El Espíritu te lleva a salir de ti mismo, te lleva a la comunidad, a buscar no tu interés, sino el bien común. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás. Todo es don, todo es gracia.

Entonces puedes vivir como hemos cantado en el Salmo: como un niño en brazos de su madre…, porque mi corazón no es ambicioso ni mis ojos altaneros, no pretendo grandezas…, sino que espero en el Señor ahora y por siempre.

Yo abro brecha delante de vosotros (Cf. Miq 2, 12-13).

¡Ven Espíritu Santo!  (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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